IX ☾

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Angel abrió su puerta y pasó primero para encender la luces.

—Hay algunas cosas tiradas, lo siento —se disculpó.

En el salón al que accedieron, ocupado por una tele enorme y un sofá blanco de aspecto mullido, había ropa, cosméticos y otros artículos de belleza fuera de lugar. Al margen del pequeño desorden, el apartamento estaba limpio. De hecho, el aire olía a ambientador de fresa. Angel quitó el chaleco que se había puesto para la competencia de judo del sofá y lo dejó sobre uno de los taburetes altos de la barra americana de la cocina.

—Siéntate. ¿Quieres algo de beber?

Aki obedeció a su anfitrión y observó unas pestañas postizas usadas que había sobre la mesa frente al sofá. También había un gloss de labios muy brillante que le provocó una imagen mental inapropiada.

—Estoy bien, gracias —dijo mientras miraba hacia el balcón. Lo reconocía por una foto que Shizuku tenía en sus redes. En ella salía mirando a la cámara mientras, con el extremo de la camiseta atrapado entre los dientes, se levantaba la prenda hasta por encima del pectoral, enseñando una ropa interior femenina de encaje en la parte de abajo. Tras alguna de las puertas cerradas debía de estar el set donde hacía los directos—. ¿Vives solo?

—Sí —respondió Angel mientras se perdía por el único pasillo que había. Entró a una de las dos habitaciones y volvió a salir enseguida, descalzo. Se dejó caer junto a Aki y su cabello aterrizó sobre su rostro. Qué gusto estar en casa—. ¿Quieres ver el resto? También hay desorden, pero...

Aki observó el rostro de Shizuku de cerca, sus perezosos párpados salpicados de sombra rosa, sus labios finos y llenos a la vez. Pensaba tan a menudo en cómo los había besado que a veces dudaba de si el recuerdo era veraz o el tiempo lo había deformado. Shizuku tenía una cara dulce y cautivadora, tanto en cámara como en vivo, pequeña como lo era todo él. Y, Aki lo sabía bien después de haberlo cargado en brazos para subirlo a un lavamanos, pesaba aún menos de lo que parecía.

—¿Te importa que fume primero? —preguntó—. ¿Puedo hacerlo en el balcón?

Los cigarros de Aki.

Wild Raven.

Angel volvió a hablar desconectado de su cerebro:

—¿Me das a probar?

—¿Está seguro? Es un vicio asqueroso.

—Solo quiero probar —dijo, y se arrastró por el sofá para acercarse a Aki. Cuando sus rodillas se rozaron, se atrevió a añadir—: De tu boca sabía bien.

Aki miró a Shizuku sin girar la cabeza del todo hacia él, con los ojos más abiertos de lo normal, como si acabara de meter los pies en agua fría. No era la primera vez que oía aquello. Shizuku a menudo lo mencionaba en sus directos. Aki tragó saliva en un intento de empujar los nervios hacia su estómago. Intuía que eran fruto del miedo a esos sentimientos que, sin mucho éxito, se esforzaba en enterrar.

—¿Lo enciendo aquí?

—Sí —dijo Angel fijándose en los hombros sobre los que caía el cabello de Aki. Eran muy amplios, con espacio de sobra para retozar entre ellos—. Quiero que mi salón huela a Wild Raven.

Aki se puso el cigarrillo entre los labios. Lo encendió con un mechero que solía guardar en la misma caja y aspiró desde el filtro para prender el papel. Dio una calada y exhaló el humo con lentitud mientras se lo tendía a Shizuku.

—¿Es la primera vez?

Angel negó todavía con la imagen de los labios de Aki alrededor del pitillo. Lo recibió y, antes de encajar los suyos en el mismo lugar, dijo:

Out of touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora