III ☾

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Aki caminó hacia el set como si fuera un muñeco de palo, rígido y acartonado. Las luces lo cegaron cuando estuvo bajo los focos. En la cama, Shizuku seguía masturbando a Tanaka, pero sus ojos, con esos párpados lánguidos y esas larguísimas pestañas, estaban puestos en él. Aki le correspondía la mirada con una mezcla de vergüenza, interés e intensidad.

Se detuvo junto a la cama como esperando invitación.

Angel soltó a Tanaka y gateó hacia él, ansioso. Se movía por instinto, por lo que le gustaba y lo que no. En ese momento quería probar a Aki, y cuando le pasó una caricia tímida por el muslo le cosquillearon los dedos. La piel de Aki era suave. Lo miró desde abajo, y curioso acercó la nariz a su pelvis. También quería olerlo. Rozó esa parte con la punta de la nariz y aspiró. Olía a ropa limpia. A piel cuidada. A rica intimidad.

A Aki se le encendieron las mejillas. Estuvo a punto de saltar hacia atrás para evitar que Shizuku siguiera enterrándole la nariz ahí, pero se recordó que había firmado un contrato.

«Cuanto más natural sea, antes acabaremos».

Puso una mano en la cabeza de Shizuku y le acarició el pelo con delicadeza. Le sorprendió lo fácil que fue recorrer su cuero cabelludo con las yemas de los dedos. ¿Era porque desde ese ángulo Shizuku parecía una chica? Pero Aki sabía que no lo era. Y al parecer no le importaba. Al menos, a su cuerpo no le importaba, porque Aki empezó a crecer entre las piernas de un momento a otro, sin necesidad de pastillas.

La electricidad volvió a encenderse en el cuerpo de Angel. Aki estaba lindo sonrojado. Lo habría besado, pero había asumido que a Aki no le gustaban los besos. En lugar de eso se levantó sobre sus rodillas y se agarró suavemente de sus caderas para preguntar cerca de su oído con un susurro muy aterciopelado:

—¿Puedo tocarte?

Aki se preguntó si aquello era parte de la actuación o una pregunta de verdad. En cualquier caso, funcionó. Desconociéndose a sí mismo, Aki puso sus manos de dedos largos en la espalda de Shizuku y las deslizó hacia abajo, hasta dar con la cinturilla de sus apretados pantalones. Tenía ganas de seguir bajando, de sentir la curva de esas nalgas en las manos y de recorrer con el dedo el punto en el que el pantalón se le metía entre ellas, pero Tanaka se incorporó de repente y se posicionó detrás de Shizuku para restregarle su erección entre los glúteos.

Angel recordó que aquello era un trío y que lo estaban grabando, así que empinó el culo y alzó los brazos para colgarse de la cabeza de Tanaka a tientas. Aun así no se olvidó de las cosquillas que las manos de Aki le habían hecho sentir por la espalda. Jadeó pensando en esos dedos largos, mirando a los ojos de su dueño. Descolgó una mano de Tanaka para aterrizar en uno de los mullidos pectorales de Aki. Lo acarició suavecito y lo apretó con el mismo cuidado, tanteando su consistencia y de paso asfixiando el pezón amarronado contra su palma. Le gustaba. Los pectorales de Aki le gustaban.

De pronto, unas palabras resonaron en la cabeza del moreno: «tú encárgate de darle a la cámara la mejor versión de esos pectorales». Los tensó un poco mientras intentaba recordar qué más le había dicho Watababe en la entrevista. «La estrella es pequeña y tiene la piel pálida».

«Ponle las manos en la cara».

Aki estiró los dedos y rozó las mejillas de Shizuku. Bajo la luz de los focos podía verlo a la perfección, tanto que volvió a avergonzarse cuando conectó con sus ojos, grandes y marrones como la madera. ¿No lo estaba mirando muy fijamente? ¿No era su expresión muy frágil? Con esa cara tan femenina, dulce y fatigada al mismo tiempo, y esos enormes ojos occidentales. Por eso había aceptado el trabajo, porque le habían dicho que la estrella, aunque era un chico, apenas lo parecía. Y porque en ningún momento se tocarían estando ambos completamente desnudos, ni él tendría que ponerle un dedo encima al otro actor. Aki no estaba acostumbrado a tocar a la gente, mucho menos si no tenía confianza, pero se había mentalizado antes de presentarse en el estudio. Aun así, cuando deslizó las manos por el diminuto rostro de Shizuku, no le pareció tan difícil como había dado por hecho que sería. Tenía la piel muy suave. Le apartó un grueso mechón de pelo que le caía entre las cejas y se lo puso detrás de una oreja, pero el mechón volvió a resbalar.

Out of touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora