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Era la tercera vez que Angel tenía que sacarse esos shorts deportivos de entre las nalgas, y no llevaba con ellos puestos ni media hora. También era un crimen lo ajustada que estaba esa camisetita a juego. El amarillo ni siquiera era su color. Cuando dijo que solo se pondría frente a las cámaras llevando ropa debió ser más específico con el tipo de atuendo, pero, ¿cómo iba a sospechar que un sujeto cuarentón que se dedicaba a producir y distribuir películas porno iba a abusar de los vacíos legales?

Suspiró. Era muy ingenuo, ¿verdad? Pero pensar en las intenciones de los demás le daba tanta pereza...

—Necesito un buen novio —suspiró. Uno que pensara en esas cosas por él.

Se dejó caer sobre la cama. Estiró los brazos por encima de la cabeza y alargó toda la espalda. Había luces en el techo, pero estaban apagadas como las cámaras.

—Salgamos. Tú y yo —dijo el tipo que lo acompañaba mientras se sentaba en el borde de la cama. Solo llevaba puesto un albornoz blanco. Tenía el cabello cobrizo peinado hacia atrás, fijado con gel. Se notaba que se había afeitado ese mismo día—. Vayamos a comer este sábado, y si surge...

El tipo le puso una mano en la rodilla y empezó a subir hacia los pantaloncitos amarillos, pero Angel se apartó de ella dando un giro en la cama mientras se quejaba con una voz nasal y lastimera. Quedó bocabajo, envuelto oculto tras su melena larga hasta los hombros y de color melocotón.

—Noo, tú no eres boyfriend material.

Salir, conocerse, tontear, enamorarse. Qué pereza. Angel quería saberlo desde la primera vez.

—Oye, yo soy...

—Angel, Tanaka, el tercer chico está aquí —interrumpió el productor.

Angel apoyó los codos en la cama y levantó la cabeza como un resorte, más interesado que nadie en ver al nuevo actor. Era alto, como le gustaban. Desde ahí podía decir que tenía unas manos bonitas, de dedos largos y elegantes. También como le gustaban. Y la cara era... Esa cara. Esa coleta. ¿No las había visto antes? Ah. Por supuesto que sí. Ya lo recordaba.

—El amargado de los platos —dijo en voz alta.

Nunca se quedó con su nombre.

—¿Shizuku? —preguntó Aki, con el ceño fruncido. Se fijó en la ropa tan ridícula que llevaba puesta «la estrella», en la forma en que ese pantaloncito amarillo le marcaba los glúteos, y un rubor le subió a las mejillas. Aunque estaba más avergonzado porque Shizuku lo viera allí que por lo contrario. Se giró hacia Watanabe y dijo—: Lo siento, no puedo participar.

—¡¿Qué?! —espetó el productor—. No me jodas, Hayakawa, ya está todo listo, tenemos que grabar hoy. ¿Estás nervioso? ¿Quieres que te preparen una infusión?

—No es eso.

—Entonces déjate de rollos y quítate la ropa. Ahí tienes un albornoz, aunque no hace falta que te lo pongas. Tanaka, quítate el tuyo.

—No —dijo Aki con firmeza, dándole la espalda a la cama. Había recuperado el control de sus facciones—. He dicho que no voy a participar.

—Pero ¿qué te pasa? No me digas que no te gusta la estrella, Angel es un bombón, y cuando veas lo que puede hacer...

—Ya hemos trabajado juntos —zanjó Aki—. No somos compatibles.

—¡Pero si me dijiste que nunca habías hecho contenido para adultos! Mira, Hayakawa, has firmado un contrato, no puedes dejarme tirado ahora. ¿Quieres más dinero?

—¡Yo quiero más dinero! —exclamó Tanaka con una sonrisa entretenida.

—¡No estoy hablando contigo! Hayakawa, por favor. No puedes hacerme esto. Te comprometiste a cumplir.

Out of touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora