Capítulo 1

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Draco es una persona solitaria. Hace años, que no tiene familia y sus amigos se podría decir que más bien son conocidos.

Luego de la guerra mágica, los Malfoys lo perdieron todo: su Mansión, su prestigio, su dinero y sus bienes. Sobra decir que el que una vez fue el joven heredero perdió hasta su gran orgullo.

Su padre falleció en Ázkaban luego de poco tiempo en la prisión, donde estaba condenado a cadena perpetua. Todos sus bienes fueron requisados por el Ministerio de Magia Inglés para pagar indemnizaciones y multas, o por ser considerados bienes provenientes de magia ilícita, por su uso en delitos mayores, y un gran etcétera, etcétera, etcétera.

Cuando estás en el bando perdedor, aunque quedes en libertad – por la conmiseración de tus enemigos – no solo pierdes tu dinero y bienes, también te abandonan todos los que consideraste tus amigos – más rápido los aduladores. Draco Malfoy pasó de ser un niño mimado y rodeado de halagos, seguidores, simpatizantes, admiradores y bravucones que le obedecían, a un hombre joven despreciado por todos.

Sus supuestos amigos que no participaron en la guerra directamente, como Zabini y Greengrass, le dieron la espalda sin ningún tipo de consideración para que no les asociaran con él y sus creencias. Los amigos cuyas familias si participaron en la guerra y lograron quedar fuera de la prisión mágica, como Parkinson o Nott, lo que menos querían era que les asociaran con un ex Mortífago luego de la guerra así que también le dieron la espalda, y los que jamás fueron sus simpatizantes, escupían el piso por donde pasaba, y si por ellos fuera, le enviarían directo a Ázkaban junto a su padre y su madre.

Todos consideraban que había sido una locura de Harry Potter, demasiada compasión, demasiado buen corazón, el que le defendiera tan denodadamente a él y su madre en los juicios.

Harry logró su propósito cuando quedó libre de prisión, pero eso no le dio lo que Draco Malfoy conocía como vida. Era simplemente sobrevivencia.

Cuando Draco y su madre se encontraron sin hogar y una pequeña suma de dinero cortesía del Ministerio de Magia, se tuvieron que mudar al Londres Muggle, a un sector que jamás hubieran sabido ni que existía, lleno de pobreza, inmigrantes en las peores condiciones, con la peor higiene que hubieran observado en sus vidas, lleno de gente que muchas veces ni hablaba inglés, y que rápidamente captaban su mirada asqueada o sus narices respingadas y les hacían burla o les ignoraban como si fueran un chiste malo.

A las malas, Draco tuvo que empezar a darse cuenta que su sangre pura, sus ideales, su desprecio por los Muggles, la magia, no valían nada si no tenías dinero con que llevar pan a la mesa, pagar la renta y cubrir tus costosos hábitos. A nadie le importaba si eras guapo, si tu árbol genealógico era único y estabas relacionado con las familias mágicas de sangre más pura de Inglaterra, Francia y toda Europa; si no tenías dinero para pagar los servicios, no siempre la magia te iba a salvar de morir de frío en el invierno, de enfermarte de virus gripales y por la mala alimentación, iba a cubrirte de la nieve y proveerte para tener medicinas para tus males; nada de eso servía si eras un proscrito en tu mundo y tenías que vivir entre los Muggles menos afortunados, y tú eras, definitivamente, una parte de ese mundo de gente en desgracia.

Afortunadamente, Draco Malfoy era un chico inteligente, cuando se dio cuenta que los berrinches, la mala actitud, la nariz respingada y la falta de cordialidad solo le iba a llevar a una golpiza, a no conseguir un empleo, a no tener ni leche para ponerle al té y no poder pagar el cuartucho donde vivía con su madre, tuvo que adaptarse a la nueva realidad.

Al darse cuenta que en el mundo Muggle donde tendría que desenvolverse era un adulto joven sin certificado de educación básica, empezó a estudiar de noche y a trabajar de día. Al principio, pretendía tener trabajos muy bien pagados porque sabía francés, tenía muy buena caligrafía, era muy bueno con los números y sabía mucho de otras culturas, pero eso no lo era útil para nada sin algo que probara su educación, así que tuvo que empezar a barrer pisos, a lavar inodoros y platos, a hacer entregas a domicilio pero a pie o en bicicleta, aún no sabía manejar un autor, y si lo hubiera intentado, no tenía los documentos necesarios; el joven se fue adaptando a su presente y el futuro que él mismo se tendría que forjar.

Al Ver que DormíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora