Dreizenh

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-¡ESTA MAL!- El alfa gritó, su expresión llena de ira, salivando de excitación. A ojos del médico parecía un lobo con rabia, el cual atacaría a cualquier ser viviente que se encuentre a su alcance, ojos dilatados lo suficiente para captar el mínimo movimiento del ser delante de él

-Satoru, no es mi culpa ni de Suguru que tu destinado naciera tarde-Ieri puso sus manos delimitan una distancia prudente entre su persona y su amigo.

-¡Es su culpa que no pueda estar con él!-Lentamente el Alfa dejaba aquella postura relajada para levantarse de la cama y quedar a una corta distancia de su doctor.

Sus colmillos cada vez más grandes, más cerca del beta.

-Dime querida-En ese momento ya no era Satoru hablando, si no el alfa que residía dentro de su alma-¿Existe una forma de cegar a Yuuji temporalmente? -

Ieri trago la saliva acumulada en su boca, el miedo en su sistema era primitivo, su lobo agachó la cabeza hasta quedar con el hocico en el suelo mostrando sumisión ante el líder de la manada. Las palabras no salieron de su boca, todo su cuerpo temblaba y su mente aunque recibió la orden puedo darle una respuesta.

-¡RESPONDE!-

-¡SI LA HAY!- Grito tan fuerte como le habían gritado a ella, su respiración agitada y la postura en la que se encontraba solo la mantenia

mantenían débil.-Es un omega joven si alguien llegara a soltar una cantidad exagerada de feromonas su cuerpo perdería momentáneamente la capacidad de recordar lo que haya visto-

El alfa regresó al nido que compartía con su pareja, se recostó y cerró sus ojos, momento que la beta aprovechó para escapar de la habitación, corrió lejos de su alfa, corrió más allá de la mansión, corrió hasta llegar a la estación de tren. Dónde lentamente el aire le removía el cabello, llevándose las feromonas que aún quedaban impregnadas en su cuerpo.

-Perdon Itadori- Subiendo al tren en dirección a Sendai la mujer pudo liberarse de la orden recibida.

En la mansión del clan Gojo la tristeza de suguru había desaparecido casi por completo, se respiraba con más tranquilidad, las niñas aun jugaban y preparaban comida para su madre, Satoru consentía y regalaba caricias a su esposo, si, todo en casa estaba bien.

-Repugnante-

La rabia crecía en Megumi, su familia solo fingía que no había pasado nada, que no habían asesinado a cientos de personas del clan que no poseían ritual maldito, que el omega al que Satoru amaba había desaparecido de un dia para otro, Suguru fingiendo nunca haber tenido un hijo y las gemelas faltando feromonas que mostraban tristeza aun negando el haber tenido un hermano. Necesitaba deshacerse de ese sentimiento que solo causaba que sintiera rechazo por la pareja que lo había acogido.

Al regresar a clases todo le parecía igual, no tenía interés por lo que estaba pasando, solo le interesaba la energía que fluía por su cuerpo, causaba temblores sobre su sistema, estaba seguro que si no se deshacía de él pronto explotaría.

-Tenemos que hablarles de Megumi-

La mañana era tranquila, no tenía misiones y a diferencia de Satoru había rechazado el puesto como maestro en la escuela de hechicería, solo organizó una que otra cita para los exorcismos que estaba próximo a hacer. Cuando recibió una llamada al teléfono fijo de la mansión.

-¿El hizo que?-Detrás de la llamada una mujer le explicaba cómo su hijo había golpeado a tres niños de un curso mayor, y aunque Megumi se encontraba totalmente bien los demás se encontraban con múltiples cortes por el cuerpo.

-Está bien iré ahora mismo-Soltó un suspiro, su cabeza comenzaba a doler, masajeo un poco la parte que le causaba molestia.- Mi hijo es increíble- Sonrió y salió de la mansión para ir a la escuela de megumi.

¡Papi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora