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Antes de volver

Llevo ya como unos cinco minutos dando vueltas como un tonto por este pasillo y no encuentro la maldita habitación ciento sesenta y cuatro. Michael me la va a pagar. Me ha llamado hace dos horas desde el hospital porque el muy inteligente se ha tropezado a salir del coche y a saber cómo habrá puesto el pie a caer que se ha partido la tibia.

Estupendo, punto por su inteligencia. Además, el muy apañado me llama preocupado para que le traiga la consola al hospital, sin saber yo nada de que se había dado el golpe más tonto posible en todo el mundo.

Me suena el móvil en medio del pasillo y una enfermera me mira mal. Bien, como si no me miraran ya poco por llevar el artefacto este entre en las manos en medio de un hospital. Lo cojo y mirar la pantalla veo que es Mike quien llama.

—Llevo ya como dos horas buscando tu habitación, pero yo aquí lo veo todo igual.

—¿Qué? Luke, estoy en donde te he dicho antes, no me he movido, básicamente porque no puedo andar.

—Pues... — me corta.

—¡Luke, que te acabas de pasar mi habitación! Mueve tu enorme culo y da media vuelta, que si miras bien me verás.

Giro sobre mi eje y miro las habitaciones que me acabo de pasar; Mike está en la ciento setenta y cuatro, su pelo verde es inconfundible. Definitivamente el tío se ha roto algo más que la pierna cuando habló conmigo, porque ni siquiera me dijo la habitación correcta.

—Estúpido, me dijiste que era la habitación ciento sesenta y cuatro, y esta es la ciento setenta y cuatro —espeto remarcando el siete en esa oración, chasqueando la lengua —. Por tu culpa llevo perdido siglos entre estos pasillos.

—Yo te dije la ciento setenta y cuatro, pero bueno. Lávate la cera de los oídos antes, o pregunta en recepción o lo que sea y no te quejes, pero antes dame lo que te he pedido por favor. —Alarga la última vocal y me sonríe de oreja a oreja, intentando parecer un angelito que no ha roto un plato en su vida, justo lo contrario a lo que es.

—Vale, impaciente, pero a la próxima vocaliza. —Le doy la consola y los mandos, y cuando lo miro, veo que lleva una grapa donde antes llevaba el piercing en la ceja.

Creo que he tenido que poner una cara bastante cómica, porque Michael no para de reírse desde que me ha mirado. Con la mirada y un simple gesto de cabeza me limito a preguntarle qué le ha pasado, y él me entiende aún sin la necesidad de utilizar las palabras.

—Al tropezar me caí también de bruces, me clavé el piercing y me desgarró la carne. Creo que me va a dejar una bonita cicatriz. —Bufa, aunque con un deje de indiferencia.

Medio sonrío y miro alrededor, buscando una silla. En la cama de al lado hay una chica joven, tal vez de diecisiete o dieciocho años, pero no  mucho más joven. Está durmiendo tranquilamente, ajena a nosotros, con la cara relajada en una expresión de serenidad absoluta.

Es preciosa mirarla y a la vez tan triste que incluso me atrevería a decir que me duele, y todo solo porque no hay nadie a su lado.

—¿Quién es? —me aventuro a preguntarle a una enferma que acaba de aparecer para chequear a mi amigo.

—Oh, esa pobre chica es Madeline Teller. Hace un año la atropellaron al bajar del autobús porque iba mirando el móvil, y por suerte la cogieron a tiempo de salvarla. Aunque tengo entendido que lleva ya un año en estado vegetativo, y no se sabe si despertará algún día. Su accidente fue brutal, salió volando varios metros cuando la golpearon. Prácticamente se rompió todos y cada uno los huesos del cuerpo, aunque con el tiempo ya se han recuperado, pero de lo que tenemos miedo es de los daños que puede haber en el cerebro. Aunque con lo que nos esperamos, es mejor que no despierte... —la voz de la enfermera se va pagando paulatinamente mientras mira hacia ningún punto en concreto.

Veo como le brillan los ojos cuando empatiza con la pobre muchacha, y es imposible que ese sentimiento no impregne el aire de la pequeña habitación en la que estamos y acabe afectándome.

Mike hace tiempo que paró de jugar y se puso a escuchar la historia, pero su cara es imposible de leer. Sin embargo, aquí estoy yo, soltando un respiro que no sabía que había estado conteniendo, mirando a aquella chica despistada que no sabía si despertaría.

Amnesia [l.r.h.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora