Amnesia [l.r.h.]

VIII

Tampoco sé si hoy despertará. Tampoco sé el que va a ser capaz voy de dormirse por los nervios, pero el cansancio físico y psicológico me van ganando la batalla.

Le he contado más a esta chica de pelo dorado en dos meses que a mis mejores amigos en toda la vida, y todo para nada. Aún así, obligo a mi mente a pensar en otra cosa que no sea en esta bella durmiente y obligo a mis párpados cerrarse. La lenta agonía que tienen los médicos de no querer comunicar nada sobre su estado me está quemando el pecho, un dolor que tan solo me es posible apaciguar entre las sábanas.

Aún así, me encuentro divagando sobre cuál sería la personalidad de esta chica, pese a que hay infinidad de posibilidades.

Sé que hay personas de mil tipos.

Por ejemplo, sé que hay una clase de persona que siempre tiene la cabeza en otra parte, esa persona que cae mil y una veces pero al final termina levantándose de nuevo sacando fuerzas que en el fondo desea que se extingan. También hay personas a la que siempre fallan y apuñalan por la espalda pero que sin embargo allí sigue, para todos: buenos, malos, traidores... sin importarle nada más que demostrar que es diferente y que pase lo que pase no cambiará por nada, porque aunque quisiera hacerlo sabe que no es lo correcto porque de esa forma se convertiría en eso que odia y que tanto daño le hace.

Hay un tipo de persona que llora en solitario pero ríe a carcajadas ante los ojos de los demás; esa que consuela y anima, que da su mano a las demás aun sabiendo que en sus peores momentos estará sola, como siempre.

Lo peor de todo esto, es que creando una personalidad ficticia me he acabado describiendo. Aún así, aunque me lleve la vida en ello, sé que siempre voy a ser ese tipo de persona que ayudan a levantarse a las demás por muy hundidas que estén, y si puedo ayudar aunque solo sea con unas visitas a la familia de Madeline, lo haré.