☀️30 ᴅÍᴀꜱ ᴇɴ ᴘᴀʀᴇᴊᴀ (ɪᴍᴘᴇʀɪᴏ ʙʀᴀꜱɪʟᴇÑᴏ x ɢʀᴀɴ ᴄᴏʟᴏᴍʙɪᴀ)☀️

☀️ᴇɴ ᴜɴ ᴇsᴛɪʟᴏ ᴅɪғᴇʀᴇɴᴛᴇ☀️

Hay una leyenda que es protagonizada por un anciano que vive en la luna. Cada noche sale a buscar a los recién nacidos para atarles un hilo rojo de forma que en algún momento posterior de sus vidas puedan encontrarse. De esta manera, el hilo sería una suerte de guía que ayudaría a las personas a encontrar el amor de su vida porque, aunque el hilo se puede estirar, nunca se puede romper.

Había una vez un reino antiguo gobernado por una monarquía milenaria. En este reino, vivía un pequeño llamado Imperio, un niño que pertenecía a la familia real, pues era el hijo primogénito del emperador. Desde temprana edad, se le enseñó la importancia de cumplir con sus deberes y obligaciones como ciudadano, y especialmente como miembro de la nobleza.

Imperio era un niño que desde temprana edad había demostrado ser talentoso y ambicioso, pero algo que muchos no sabían era que conforme avanzaba su edad comenzaba a sentir una creciente sensación de inconformidad con su posición en la monarquía. Aunque reconocía los beneficios que su estatus le brindaba, sentía que su vida estaba predeterminada y limitada, se la tenía que pasar estudiando, aprendiendo normas.

Como todo niño siempre quiso jugar y tener amigos pero por las restricciones impuestas por su linaje y las responsabilidades que se esperaban de él, no podía tener contacto con otras personas que no fueran tutores, maestros o familiares.

Pasaron los años, el futuro emperador había crecido como un muchacho fuerte y muy apuesto, de fríos ojos azules, porte elegante e imponente carácter, era el orgullo del palacio.

A la vista de muchos era feliz, pero en lo más profundo de su corazón habitaba una enorme soledad, pues a pesar de estar rodeado de un sin fin de sirvientes, su familia y una nación que lo quería, el joven imperio brasielño aunque no lo dijera, quería encontrar a alguien que pudiese hacerlo sentir pleno, totalmente feliz y dichoso, alguien a quien desposar por su propia voluntad y gobernar junto a él.

Tenía edad para casarse y su madre no perdió el tiempo buscandole pareja, cada dia tenia una dama o doncel distinto para presentarle, sin embargo ninguno lograba agradarle del todo, hasta que encontró un joven que logró llamar su atención,él lograba marcar una diferencia y tenía un acento que le llamaba la atención.

"logró llamar su atención" Fue lo que el joven le expresó a su madre, pero la dama totalmente feliz interpretó mal las palabras y comenzó un cortejo, ambas familias se unían cada vez y aquellos jóvenes aparentemente se enamoraban cada vez más, o eso era lo que hacían ver porque por el lado portugués solo habia un corazon ignorado que le tocaba seguir órdenes, intento de muchas formas tratar de quererlo pero no lograba saciar su corazón con plenitud , algo le faltaba, su futuro esposo era dulce, tierno y amable, seria perfecto para cualquiera, pero para él no, pues aquel sentimiento en su pecho resultó ser efímero.

El Imperio Brasileño se sentía consternado, sus emociones le jugaban una mala pasada y aunque quisiera ya no podía ceder, había sido obligado a establecer un matrimonio que no quería ni deseaba.

Pasaban los meses y cuando por fin se proclamó aquella unión, el palacio se ensombreció, pues sus gobernantes eran esposos que de puertas hacia afuera parecían ser los más enamorados y felices, pero una vez en su gran hogar, habitaba una enorme indiferencia por parte del rey que ni siquiera se dignaba a ver a su esposo, el cual se mostraba asustado y dolido ante el trato que recibía.

El emperador se había vuelto frío, casi nadie se atrevía a hablarle si no era para lo necesario, solo sabían que apenas amanecía se dedicaba a encerrarse en su oficina hasta las tres de la tarde, almorzaba y justo a las cuatro en punto salía a la pradera con su caballo.

En una de sus múltiples salidas prefirió caminar en vez de cabalgar, deseaba sentir el pasto fresco en sus pies, y al hacerlo se dió cuenta que nunca se había tomado el tiempo de presenciar lo hermoso que era el paisaje de su tierra, siguió su ruta y después de unos minutos a lo lejos divisó una figura que se dedicaba a recoger flores con una canasta.