† PROLOGO †

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PROLOGO 

Por la señal de la Santa Cruz

De nuestros enemigos

Libramos señor, Dios nuestro...

En el nombre del padre...

Del hijo y del espíritu santo,

amén.


Pattaya [1960] - Templo Shang Ming

| Mediados de septiembre |

Los cánticos cristianos resonaban por todo el templo en diferente tonalidades, altas, bajas, agudas y graves, era un pequeño concierto tan desafinado. Jeff contempló la necesidad de carraspear para adaptar su voz pero sencillamente dejó que el bullicio la consumiera y se sintió honrado, esa noche había muchas personas en el templo alabando, y por ser su primer día de servicio se sintió más ameno todavía, tenía la sensación que ese lugar le iba a brindar momentos agradables.

El párroco Mile declamó el evangelio con tanto goce y fe que a Jeff se le inundó el pecho de felicidad, siempre había amado la forma en que los más experimentados proclamaban las oraciones frente al altar, cuando era niño eso fue lo primero que le llamó la atención y lo atrapó en el mundo de la alabanza a Dios. 

Todavía recordaba la forma en que su madre le decía que si oraba con fe podría sentir la presencia de Jesucristo en su vida, y en efecto, así fue, pero Jeff lo sintió más grande cuando entró al seminario o incluso antes, le agradecía mucho a su madre por haberlo guiado por el buen camino, antes de los cinco años Jeff oraba todas las noches de rodillas en frente de una estatuilla, habían chiquillos odiosos que se burlaban de él porque a los siete, siendo todavía un infante inmaduro, él parecía de otro mundo, tan comportado, con un crucifijo colgando de su cuello pequeño, y con una pequeña biblia entre sus manitas blancas, pero eso nunca lo detuvo.

Desde ese entonces, Jeff sabía que su vida se la dedicaría para honrar y proclamar la palabra del señor. Fue su turno de hacer presencia al lado del párroco Mile para celebrar la entrega de la comunión, besó el altar inclinándose ligeramente, tomó el sagrario dorado entre sus manos y se giró para mirar a los feligreses.

Algo llamó su atención o más bien, una mirada acentuada se clavaba en él desde la primera fila, Jeff parpadeó hacia la persona ejerciendo contacto directo con unos ojos grandes de color miel surcados por largas pestañas oscuras, lo miraban con cierta curiosidad. 

Rompiendo el momento y retomando su concentración, bajó los peldaños para dar la comunión. Una larga fila se extendió ante él, el templo era lo suficientemente grande para albergar a ochenta personas, así que ese trabajo tenía que desarrollarlo con paciencia y entrega.

Se sorprendió de la cantidad de personas que habían en un pueblo a las afueras de Pattaya, cuando dejó Bangkok pensó que dejaría atrás las calles concurridas.

Lo malo es que era un pueblo pequeño con muchas personas 

<El cuerpo de Cristo> decía Jeff cada dos por tres y el feligrés respondía con toda devoción <Amén> y así pasaron otros diez hasta que al frente suyo, de cuenta nueva aparecieron esos mismos ojos que lo habían escrutado minutos atrás. 

Jeff alzó la hostia y el joven abrió la boca, ni siquiera se detuvo a mirarlo exactamente porque por alguna razón quería que ese momento pasara deprisa, la mirada penetrante nunca abandonó sus ojos y aunque Jeff hubiese querido mirar hacia otro lugar buscando mesuradamente la concentración que había perdido, era consciente que no podía, estaba en un ritual sagrado...

TAKE ME TO CHURCH - JEFFBARCODE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora