Los Clanes Ancestrales

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La sombra del traidor todavía seguía presente en esa llana pradera, mientras que Dextrey le comentaba lo sucedido a Khadgar, el resto de la caravana se reunió en un círculo con sus caballos. Había un traidor pero no podían determinar quien era, y en todo caso ya no importaba porque veían como el príncipe en su carroza se alejaba más y más con los guardias reales. El único guardia que se percató del problema que tendrían los escoltas fue Gyliam, iba último en la formación, sabía que el trabajo de todos estaba casi por terminar, le dedicó una sonrisa entusiasta a la paladina, ella le respondió con el mismo gesto añadiendo un saludo de su mano antes de que los escoltas reales se perdieran entre unos de esos legendarios árboles.
En unos pocos minutos la información completa había llegado a oídos de todos, los grupos ya estaban formados. Dextrey por ser el que estaba a cargo los diseñó, Nidghögg tenía que ir obligatoriamente con la paladina, porque el zángano no dejaba de balbucear cosas como: "debemos matar a todos", "quemar el bosque", "matar a los elfos con apoyo de Qadira". Sabía que si iba con ella, una paladina buena legal, no lo dejaría salirse con la suya, además era el único demente que quería destrozar todo lo que se le cruzara de diestra a siniestra, el bardo optimista lo determinó como que el semiorco estaba exaltado de la pelea anterior. Pero había un problema con el grupo de Eloísa y Nidghögg, eran acompañados con Dwali, Gamul y Fingali, quien este último habría tenido ciertos percances hostiles con la humana. A pesar de esto ganó por mayoría que Eloísa sería quien sería la líder de ese pequeño grupo que iría al poblado Yin, quienes eran los apoyados por el reino Taldor, escoltados por el elfo con ropaje azulado.  
En cambio, los afortunados que cruzarían la frontera para ir al poblado Xan con el escolta de rojo serían Dextrey, Amarie, Khadgar, Kunarv y Riffin. Acordaron cruzarse en algún momento dado que todos tenían la misión de que solucionar el problema. Lo que no sabía el bardo era si de verdad Gauwis o el príncipe querían solucionar este problema, o si sólo trataban de ganar tiempo para distraer al supuesto traidor, fuera lo que fuera, no les quedaba otra que obedecer. 

El poblado más cercano era el de los Yin, tardaron apenas dos horas en llegar. El lugar era sacado de un cuento de hadas, los nativos del lugar tenían todas sus casas entre los árboles milenarios, de allí se paseaban por puentes y arneses. La arquitectura era rústica pero muy fina, no había ningún detalle negativo en esos hogares, las ventanas estaban bien cristalinas, incluso con detalles de colores dorados, y para los más observadores se podía notar toda una red de tuberías de caña de bambú que resguardaba el agua de lluvia para su futura utilización, sin duda, su civilización estaba muy avanzada para la época. 
El escolta los hizo subir por varias escaleras seguras, llevándolos a los pies de la casa más grande y más alta de todas, que estaba casi rozando la copa del árbol principal, de donde el sol iluminaba mucho más tiempo. Los hizo detener en la puerta mientras que él entraba seguramente para dar aviso a los invitados, los de la caravana estaban asombrados de la vista a sus espaldas, un descuido y terminarías muriendo en pocos segundos. No tuvieron mucho tiempo de apreciar esa posibilidad porque el escolta fue rápido, los hizo pasar a una elegante habitación donde el sol se reflejaba a través de las ventanas dejando en el suelo de madera barnizado una figura curiosa, que Eloísa reconoció por haberla visto en un legendario libro de elfos en la segunda muralla, pero que no recordaba lo que significaba. Delante de la puerta había unas cortinas violetas que se abrieron ante ellos, el escolta se reverenció rápido, y al ver que sus invitados no lo hicieron les llamó la atención entre susurros, enseguida todos lo copiaron a excepción de Nidghögg quien no tenía clase ni modales, menos para el trato con la realeza.

- Bájate tarado. - le susurró Eloísa con gestos en las manos. - Seguramente viene el líder de la tribu.

- ¿Para qué? Yo no me inclino ante nadie. - respondió en voz baja.

- Sino lo haces te haré arrodillar de un golpe. - amenazó tocando el mandoble de su espada.

- ¡Suficiente! 

Las Crónicas de Eloísa, la Magnífica PaladinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora