La Trampa

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La noche todavía cubría con su manto la pequeña Bahía Misericordiosa. Nuestros protagonistas dormían plácidamente en sus habitaciones, creyeron que sería otra noche tranquila y con más comodidades por descansar en esas reconfortantes camas de esa posada, pero no sería el caso.
En la madrugada apareció Gauwis impaciente, después de rotar turnos se tomó el trabajo de despertar a algunos de sus empleados, entre ellos a nuestros tres protagonistas (fueron los que más les costó despertar a pesar de que les derribó la puerta con la excusa de que era urgente). Pidió por favor que lo esperaran abajo en el bar, insistía que había pasado algo importante.
Al rato habían bajado también la pelirroja Dwali, el elfo feo con su nutria Fingali, Gamul (Cagul), y el mismo Gauwis. Todos estaban vestidos como para dar batalla, aunque por dentro muertos de sueño y con millones de preguntas.

- ¿Qué será lo que es urgente? - preguntó Nidghögg.

- Urgente son mis huevos. - comentó sin pudor Khadgar mientras se tocaba la entrepierna.

Ignorando ese gesto obsceno el chófer Gauwis hizo un gesto misterioso con sus manos para que todos se acercaran formando un círculo, acto seguido sacó de su bolsillo un dardo de madera pintado de color ladrillo con detalles de plumas rojas en su extremo apical.

- ¿Alguno sabe qué es esto?, ¿lo reconoce?

- Había visto en alguna tribu algo como eso, pero no estoy seguro. - dijo el elfo.

- ¿Qué es eso? - preguntó Eloísa.

- Esto es lo que encontramos en el cuerpo de los enfermos. No sé desvanecieron por secuelas de la pelea o el veneno, fue por esto. El problema es que no sabemos si fue algún enemigo o algún traidor entre nosotros. Y, los llamé a ustedes en nombre del príncipe porque son los únicos que estaban fuera del rango de ellos tres... La única que pudo resistir el efecto de estos dardos fue Benne, pero no está en óptimas condiciones para hablar, al final ella también sucumbió ante los efectos.

- Por eso nos llamaste, necesitas que hagamos un plan, ¿verdad? - preguntó el semiorco.

- ¿Y cuáles fueron las órdenes del príncipe? - preguntó la paladina.

- Esto, juntarlos e idear algo.

- Si el ataque provino de la retaguardia... - Khadgar se rascaba la barba. - Recordando nuestras líneas de posición eso quiere decir que tu querida novia Saira es una de las tantas sospechosas. - le comentó con mirada penetrante a Cagul.

- Ella... - miró cabizbajo el suelo. - ¡No es mi novia! - ahora estaba ruborizado. - ¡Es mi amiga de la infancia!.

- Si, claro. - se mufó el enano.

- Puede que hasta sean cómplices... - pensó Eloísa en voz alta.

Gamul la miró feo, hasta se cruzó de brazos quería enojarse con ella pero dada la situación todos eran posibles enemigos.

- Ella no pudo haber sido, yo la conozco. Es más, si la llegan a culpar yo también asumiré las consecuencias. - decretó con un suspiro. - Yo pongo las manos al fuego por ella.

- ¿Y qué me dices de ti, Eloísa? - interrumpió Dwali. - Eras alguien cercano a Piercym, quizás aprovechaste para sacar información.

- ¡¡Eso, eso!! - balbuceó Gamul ofendido.

- No digan pavadas. ¿Cercanos dónde?. Apenas intercambiamos palabras. - por dentro le gustaría ser cercana a ese hombre.

- No es una pavada, por ahí estás involucrada. - continuó el enano. - Y quieres que nos peleemos entre nosotros.

- No sé distraigan. - pidió Nidghögg cortando el ambiente tenso. - En los anillos de atrás también estaban Riffin y Kunarv.

- Tsk... Esos ladrones. - Khadgar quería que fueran ellos para poder funarlos,y de paso recuperar su dinero.

Las Crónicas de Eloísa, la Magnífica PaladinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora