El Regreso

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Era como ese viejo dicho, el hombre propone y los dioses disponen. Amanecieron con un diluvio lo suficientemente importante para que la carroza no pudiera avanzar más allá de unos pocos metros del establo de Golsifar. Al final todos tuvieron que guardar todo de nuevo, la lluvia era demasiado intensa y el camino parecía estar inundando. Por supuesto que los príncipes estaban desilusionados querían al menos llegar a la Bahía Misericordiosa para pasar la noche.
Los truenos retumbaban sin cesar por todo el cielo, el ruido de las gotas cayendo en las casas eran desalentador, y más cuando el aroma a pasto húmedo comenzó a desvanecerse por el barro. Llegaron a la casa con los pies mojados, tenía un pórtico con escaleras, el agua era tal que por lo menos el primer escalón no se veía. Decir que el poblado estaba en una zona elevada haciendo que el caudal bajara de alguna forma. No les quedó otra opción más que secarse y cambiarse de ropa, era un día perdido.
La mañana pasó rápido mientras hablaban, más que nada las dos jovencitas que intercambiaban historias de vida. La princesa estaba maravillada con la historia de la paladina, más que nada su círculo social que la esperaba en casa. Tal como dijo Gyliam, era una amante del drama, era su diversión, alterar a sus súbditos mujeres, y con la vida de Eloísa podía molestar a varios nobles que atormentaban a su nueva amiga, claro sin su consentimiento. En cambio, Eloísa era más empática con ella, la historia de haber perdido a su madre a los cinco años y cuidar a su hermano el heredero a trono en un ambiente estricto y sin libertades le llegó al corazón. Para su sorpresa, Eutropia asumió la culpa del primer beso de Gyliam diciendo que ella le ordenó que la besara cuando eran niños, que no significó nada... Eso relajó bastante el asunto entre ellas.
Creyeron que la tarde el tiempo se recompondría para llegar a la bahía aunque sea a medianoche, pero era imposible, el agua no dejaba de caer. Los aldeanos de vez en cuando pasaban por la calle, algunos para refugiarse, todos compartían la misma preocupación de que se inundaran los cultivos.
La tarde pasó lentamente después de almorzar con los víveres que tenía la casa, carne seca con verduras frescas que cocinó el guardia real junto su prometida, había vino de sobra para emborrachar a todo un pelotón de soldados. Sólo Eutropia sucumbió ante esa tentación, mientras leía alguna que otra historia de los libros de la estantería del living. Carius con el impostor y el guardia contratado de la ciudad se dirigieron a deambular en el pueblo protegidos por sus capuchas por si alguien necesitaba ayuda con algo, la realidad es que terminaría en la taberna hasta la noche. En tanto los novios finalmente se sentaron a hablar un poco del pasado cada uno, las horas pasaron por eso. La historia de Gyliam era monótona y sin color, es decir, nacer dentro de la única prestigiosa familia que sustenta las vidas de la familia real, cada suspiro de su vida corresponde a los príncipes básicamente. Fue capacitado para protegerlos, ni siquiera su propia vida es suya. Su única decisión como hombre libre es elegir con quien casarse y tener un vástago para que lo suplante el día que muera. También habló de que su hermano Ghostto le metió ideas erróneas en su cabeza, él si odia su destino como guardia a tal punto que no quiere dejar descendencia. Esto es un problema grave para su familia ya que, siendo el mayor debería ser el primero en dejar herederos, incluso logró convencerlo a él también... Hasta que vio a su prometida por primera vez. Y con respecto al beso de la princesa, no sintió nada en particular. Usó esa expresión a su beneficio para afirmar que los besos de su enamorada eran mucho más placenteros.

La noche llegó al fin, pero la lluvia jamás se marchó, llovía como si fuera el fin del mundo. Los hombres volvieron a la casa para cenar las sobras del mediodía, sirvieron frutas fresca de postre y finalmente se fueron a dormir temprano porque estaban seguros de que el alba les iba a dejar la sorpresa de que el cielo estuviera despejado y el camino no tan inundado.
La noche anterior, luego de que las mujeres intercambiaron cortesías y esperando que Gyliam terminara su baño en la habitación matrimonial, la paladina se quedó dormida en el sillón. Ante esto su prometido la tapó con una manta durmiendo solo en esa gigante cama doble. Hoy la cosa era diferente, él la invitó entre susurros a esa elegante pieza, ella aceptó sólo para seguir hablando. La imagen era la misma que ayer, ambiente romántico por doquier, las frutas de ayer estaban un poco más maduras ahora, el fuego seguía consumiendo maderos que esta vez crujían por estar nuevo y secos, la lluvia golpeando el cristal de la ventana que daba la vista a techos de la ciudad, y el Gyliam sacando el último caldero de agua del fuego para tirarlo a la bañera, el vapor cálido era embriagador para pulmones de ambos.

Las Crónicas de Eloísa, la Magnífica PaladinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora