El Baile

25 6 8
                                    

Gyliam volvió del campo antes del amanecer con cajas de cosas, especialmente de las frutillas que supuestamente le había encargado su amigo Carius. Las dejó en la cocina con un total fastidio todos los felicitaban y él simplemente agradecía sin saber por qué, estaba totalmente absorto de la realidad que lo rodeaba, le parecía ilógico que tuviera que hacer un viaje de cuatro días para ir a buscar esas frutas como un capricho de su mejor amigo. Estaba muy cansado por ello porque además, desde que llegó no había parado ni un segundo en hacer todo tipo de trabajos en su sociedad secreta, tanto como espionaje, hurto de mercancías ilegales, capturas, torturas y ni hablar de sus deberes como guardia personal de su majestades.
Se arrastró con desanimo por esos infinitos pasillos, subiendo incontables escaleras hasta su habitación, era singularmente pequeña pero acogedora con varios lujos, se desplomó en la cama mareado de venir cabalgando tantas horas, le dolía todo. Creyó que tenía tiempo para descansar pero unos golpes sonaron en su puerta junto con la voz de Carius, jadeó fuertemente intentando decir que podía pasar. 

- Gyliam... - el príncipe entró, estaba vestido más acorde a su estatus. - ¿Dónde diablos está mi guardia personal? ¿A donde te fuiste? ¿Y por qué estás durmiendo?

- ¿Es en serio? Acabo de volver de un viaje de cuatro días porque querías que trajera las frutillas de la casa de campo. - se sacó el cinturón que tenía la vaina de su espalda, le estaba resultando incómodo. - Así que si me disculpas, "amigo", me voy a dormir.

- Espera, ¿qué? - se acercó para sentarse en los pies de la cama.- Yo pensé que te habías ido a una misión secreta importante, eso dijeron los plateados. 

- Sí, cumplir con los caprichos de mi majestad es mi prioridad, traer la cosecha de la casa de campo, frutillas más que nada. - suspiró. - Más vale que las comas con crema o miel, desgraciado. Y me convides de paso.

- No te desquites conmigo, yo no pedí que trajeras mis frutillas favoritas.

Todo el cansancio se esfumó en ese instante, se despertó bruscamente como si estuviera poseído por algo, acción que hizo espantar a su amigo. 

- ¿Me estás diciendo que no pude hablar con mis padres, ni ver a mi prometida en casi dos semanas porque alguien que no es el Gran príncipe, ni vos, ni tu hermana me mandoneó para hacer unas misiones irrelevantes?

- Bueno sé que estuviste muy dedicado en misiones de contrabando y eso. Y las frutas no son tan irrelevantes... Las prepararemos para la fiesta de apertura de los juegos.

Se levantó buscando respuestas en la habitación, estaba pensando mientras caminaba de un lado a otro mientras tomaba su cabeza con ambas manos, eso y la cara de psicópata con ojeras que llegaban a sus mejillas daban señales de que necesitaba un exorcista, o al menos un buen elixir para dormir al menos unas 16 horas seguidas.

- ¿Le contaste a Gostto? Yo no quiero meter leña al fuego, pero tiene una buena amistad con Ritta, la mujer de los platences que se encarga de dar las misiones. - tosió nervioso- Estaban muy contentos de que hicieras tanto por la asociación, que muchos de ellos se están ocupando de los juegos, es más, se adelantó el baile para hoy.

- ¿Qué?

- No sé, justamente iba a venir a hablar contigo. Estabas tan contento en Demgazi, llegaste al castillo con entusiasmo pero desperdiciaste tanto tiempo y energía en trabajo, en mi parecer excesivo, no entendía de qué estabas queriendo escapar... ¿De Eloísa? Era ridículo. - cruzó los brazos con mirada enojada. - Yo estaba extrañando a mi compañero de ajedrez y cartas, pero ahora sé que te utilizaron, lo siento amigo. Sé que es tu hermano, pero no puedo dejar que Ritta y él manejen las misiones como quieran, tendré que sancionarlos debidamente. 

Las Crónicas de Eloísa, la Magnífica PaladinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora