Thomas salió hecho una furia de su casa mientras él y su madre discutían a gritos.
-Thom, hijo, escúchame-dijo su madre quien intentaba mantener la calma y corría detrás de él.-No puedes irte. Detente.
-¡No mamá!-explotó Thomas, ya estaba harto de todo-¡Sí que puedo largarme! ¡Tengo 24 malditos años! ¿No crees que yo pueda valerme por mí mismo? ¡Ya me harté de que siempre me digan lo que debo hacer, siempre hago lo que es más conveniente para ustedes, no para mí!
-¡Thomas no me hables así!-exclamó su madre.-¡Todo lo que eres me lo debes a mí y a tu padre! Ten un poco de respeto. Todo lo que...
-¡Ya lo sé mamá!-la interrumpió-¡Ya sé que lo que soy se los debo a ustedes!
Sintió un nudo en la garganta y sus ojos ardiendo, pero reprimió las ganas de llorar.
Aquí no. Pensó. No ahora.
Se llevó las manos a la cabeza y deslizó sus dedos por su rubio cabello.
-Ya sé que lo que soy se los debo a ustedes-continuó- pero, no pueden obligarme a ser como ustedes quieren, yo quiero trazar mi vida. ¿Acaso no puedo ser yo mismo? ¡¿Por qué?! Dímelo, maldición.
Su madre retrocedió aturdida y asintió, en su rostro se reflejó una expresión de aturdimiento y sorpresa en su mirada. Thomas jamás le había hablado con tanta ira, tal vez esa era la razón de que su madre se hubiese sorprendido tanto.
-Tom, todo lo que hicimos fue para que tu vida fuera mejor y tuvieras un futuro prometedor...nosotros... yo, te quiero demasiado....
-Si me quieres tanto como dices, déjame ir-interrumpió Thomas mientras una lágrima se le escapaba- Por favor mamá, déjame hacer mi vida, ya no puedo seguir complaciendo a todo el mundo, no puedo.
Su madre comenzó a llorar asintió y abrazo a Thomas.
-Te amo, y puedes regresar cuando quieras, mi vida, ¿está bien?
-Si mamá, muchas gracias-respondió el rubio apretando con fuerza a su madre entre sus brazos- adiós.
Su madre se separó de él y lo miró con ternura, Thomas había visto muchas veces esa mirada con el pasar de los años y, al ver a su madre ahí triste ante la partida de su hijo, su único niño; se le cayó el alma a los pies. No quería abandonar a su madre, no quería abandonar a la única persona que siempre le apoyó, aparte de su hermana, era la única que siempre lo protegió.
Se dirigió hacia su auto pero antes de entrar observó hacia atrás echando una última mirada a la mujer que le había otorgado la vida. Ella le sonrió aún con lágrimas en los ojos y le hizo una seña de despedida con la mano. Thomas le devolvió el gesto. Se subió a su auto y comenzó a conducir observando la carretera, reprimiendo las ganas de llorar. Pero después de veinte minutos ya no pudo reprimirlas más y las lágrimas comenzaron a fluir y resbalarse por sus pómulos.
No podía conducir así, era peligroso.
-Eres realmente absurdo, un maldito débil.-Dijo entre sollozos para sí.
Buscó con la mirada una construcción o un hotel para poder hospedarse mientras se calmaba. Divisó una gran casa y estacionó el automóvil en la acera de enfrente y enfiló hacia la casa, una vez que estuvo junto a la puerta tocó el timbre.
-Espero que esta persona que viva aquí sea lo suficientemente amable para dejarme quedar un día.-Resopló y volvió a tocar el timbre.
-¡Voy!-se escuchó una voz masculina en el interior.
Después de unos cuantos segundos de espera la puerta se abrió y apareció un conocido, uno de sus mejores amigos de la infancia, nada más y nada menos que su gran amigo Dylan O'Brien. Estaba empapado del cabello y su cuerpo brillaba por la humedad del agua, llevaba una toalla enredada en la cintura y el rostro del castaño se iluminó con una sonrisa. Sin embargo Thomas bajó la mirada, había estado llorando y no quería parecer un llorón frente a nadie.
-¡Pero si es Thomas Sangster!-exclamó el morocho apretándolo en un abrazo- ¿Cómo estás? ¿Quién te obligó a venir a visitarme?
-No, nadie.-Respondió Thomas mirándolo a la cara- Sólo quería pedirte un favor, espero no te moleste.
Thomas observó como la sonrisa de Dylan cambiaba a ser más bien una expresión seria.
-¿Has estado llorando?
-¿Qué? Ah, no... esto...
-Vamos, hombre-dijo Dylan dándole unas suaves palmadas en el hombro-pasa, tienes que hablar conmigo sobre esto.
Thomas asintió varias veces sin apartar la mirada del suelo y Dylan lo empujó suavemente al interior de la casa.
Al entrar Thomas se sorprendió de lo ordenada y limpia que tenía la casa.
-Siéntate-le ordenó Dylan con amabilidad-estás en tu casa, Tommy.
-Gracias.
-¿Quieres algo de beber?
-Sí, agua natural. Por favor.
O'Brien lo miró a los ojos y Thomas hizo lo mismo, después de unos segundos Dylan sacudió la cabeza y sonrió para después dirigirse hacia un cuarto que parecía ser la cocina. Luego de un momento regresó con dos vasos de vidrio, uno en cada mano, estiró un brazo ofreciéndole uno de los vasos a Sangster.
-Gracias-respondió Thomas tomando el vaso.
-De nada-respondió el castaño mirando a Thomas a los ojos.
-¿Qué? ¿Por qué me miras?
-¿Eh?-musitó Dylan saliendo de su aturdimiento-Oh, disculpa es que hace mucho que no te veo y has cambiado tanto... te ves mucho más grande.
-Oh, bueno. Aunque sinceramente sigo teniendo cara de puberto.
Dylan comenzó a carcajearse contagiándole la risa a Sangster, sus risas resonaron por la sala principal hasta que estas se fueron extinguiendo poco a poco hasta que quedaron en completo silencio.
-Te extrañé muchísimo, Brodie.
-Yo también a ti, Dylan.
-Bueno,-continuó el castaño rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.- ahora creo que alguien tiene que contarme la razón de esas lágrimas que tenías hace unos momentos.
Este es el primer capítulo, gracias por leerme.
De verdad espero que les guste y si es así espero sus comentarios. La verdad alientan mucho.
:3 Que tengan un lindo fin de semana.
McCargentilinski Off.
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Serendipia. (Dylmas)
RomanceUn hallazgo afortunado e inesperado que se produjo mientras él buscaba algo totalmente distinto... Un sentimiento realmente inefable: tan increíble que no puede ser explicado. Un amor prohibido, un amor diferente, pero tan puro y cristalino como el...