Capítulo 8

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|Smut, On|

Dylan forcejeaba al intentar sacarle la remera al rubio.

Oh, de nuevo estaban yendo muy lejos. Debían detenerse en ese instante.

-Espera... Dylan-dijo Thomas con la voz débil, apartándose del castaño.

-¿Qué? ¿Por qué?-Dylan lo miró con un dejo de preocupación.

-No debemos seguir... esto está mal.

-¿Cómo? ¿Cómo esto puede estar mal? Me gustas Thomas, ¿lo entiendes? Y sé que yo también te gusto. Así que dime, ¿cómo esto va a estar mal?-le espetó O'Brien-¡Dímelo! ¿Acaso es por Isabella?

Thomas tragó saliva sonoramente. Claro que Dylan le gustaba, sus ideas se habían aclarado con aquel beso... le gustaba muchísimo. Pero no se trataba solo de eso.

-No lo entiendes...

-Ya me da igual, no sé para qué te lo confesé, si solo empeoró las cosas-volvió a poner el auto en marcha y el resto del camino transcurrió acompañado por un silencio incómodo.

Al llegar a casa, Dylan salió del automóvil azotando con fuerza la portezuela de éste y sin decir palabra alguna entró a la casa y fue directo a su habitación.

Thomas se sentía culpable, había hecho sentir mal a su... ¿mejor amigo? Sí, eso era Dylan para él, y lamentablemente, lo único que llegaría a ser.

Sabía que lo mejor era dejarlo solo para que se tranquilizara un poco; así que no insistió en irlo a buscar.

Fue a su habitación y en pocos minutos ya se encontraba dormido.

A la mañana siguiente Dylan no fue a darle los: "Buenos días", cómo ya era costumbre. Pero por más que quisiera que siguiera haciéndolo, no podían continuar con eso, no podía, no debía.

Si su madre se llegase a enterar todo estaría perdido para él, absolutamente todo.

Las horas transcurrían lentamente mientras Thomas esperaba a que el reloj marcara las siete de la tarde, pues era la hora en la que Dylan terminaba su turno en el trabajo, y necesitaba hablar con él y explicarle las razones por las cuales no era correcto estar juntos.

Cuando dieron las seis y media de la tarde, Thomas fue a la ducha a tomar un baño rápido y justo en el momento en que termino de vestirse alguien llamó a la puerta.

Supuso que se trataba de Dylan.

Pero no..., se trataba de Isabella.

Sangster la miró desorientado.

-Tom-comenzó la chica-, necesito hablar contigo, puedo... ¿puedo pasar?

Thomas asintió y se apartó un poco de la puerta para que la chica pudiera entrar. Claro que un chico con sentido común no la dejaría pasar así como así después de lo que le había hecho; pero le ganó la curiosidad por saber de qué quería hablar.

-Bien, ¿de qué quieres hablar?-Thomas se volvió hacia ella.

-Quiero que hablemos sobre lo que te dije el otro día... soy una maldita mentirosa.

-Y me consta-Thomas habló irritado.

-Te extraño, Tom. Te quiero mucho-dijo ella con la voz suave.

-¿No te da vergüenza venir a decirme eso, después de andar metiéndote con otro hombre?

-Precisamente a eso vengo, no es cierto lo que te dije-su voz seguía siendo suave como la seda, tan tranquila que con solo escucharla Thomas se sentía apaciguado, pero ya nada volvería a ser lo mismo con Bella. No después de Dylan.

Serendipia. (Dylmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora