Gustabo va a celebrar sus dieciocho años en un club donde asisten personas que practican BDSM, algo muy nuevo para él. En dicho lugar conoce a un dominante con el cual se entregó y no se arrepentía de ello. Después de un año conoce a un abogado que...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Estaba jodidamente excitado, sus hormonas no ayudaban en nada, estaban alborotadas con tan solo recordar la escena del cine.
Había regresado a su casa, recién se había bañado con agua fría por la calentura que aún tenía en su cuerpo.
Ahora solo estaba acostado, mirando hacia el techo, recordando cada toque de esas manos en su piel y en su miembro, esa ronca voz y sus palabras sucias que provocan su orgasmo.
Sus mejillas estaban encendidas, necesitaba calmarse, parecía que estuviera en celo. Gracias a Jesús que no existía el omegaverse en la realidad porque estaría tan mojado y en pleno celo llamando a Conway como su alfa y retorciéndose sobre las sábanas.
El motor de un auto conocido llega a sus oídos, no hacía falta pensar en quien era cuando sabía perfectamente quien realmente era.
Eran la una de la mañana, debería estar dormido y lo que estaba haciendo es recordar como se masturbaron en plena película en los asientos traseros. El olor a cigarrillo llega a su nariz haciendo que esta se arrugue y su corazón empiece a palpitar desenfrenado.
¿Qué mierda hacía Conway a estas horas? ¿Piensa follarlo acaso?
Se levanta de la cama después de quince minutos haber esperado y no oír nada más.
Abre la puerta de su cuarto y baja las escaleras para revisar la sala, observa el auto estacionado por la ventana, pero, ¿Dónde estaba su dueño?
De pronto un escalofrío recorre su columna vertebral, cada pequeño vello corporal se había levantado al pensar que no podría ser Conway y que alguien había entrado a su casa para robar.
Se da la vuelta, no estaba escuchando absolutamente nada y eso le hacía dar tanto miedo.
Camina hasta la cocina en donde apenas cruza la puerta choca con el pecho de alguien conocido quien tenía en su mano un vaso de whisky y parecía actuar tan tranquilo.
— Joder, que puto susto me haces dar — Maldice por lo bajo — ¿Qué haces aquí a estas horas?
— Recuerda que tus papás dijeron que esta es mi casa también — Recuerda con una ceja alzada y su tono burlón provoca que Gustabo apriete sus labios.
— ¿Vienes a tomar whisky? ¿Para eso?
Conway niega con la cabeza y camina hacia al frente, acorralando al chico en la pared, justo al lado de la puerta que no hacía falta cerrarla porque no había nadie que pueda intervenir.
— Sí, pero no solo a eso— Susurra sobre la boca de Gustabo, este saborea el aliento del mayor, el delicioso whisky.
—¿A q-qué más? — La pregunta era innecesaria cuando ya sabía la respuesta y Conway solo emite un sonido con su garganta.
