CAPÍTULO 8 - LA VOZ DE LUNA

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3:35 AM.

Las ciudades son tan silenciosas en la noche... Aunque dentro de algunos locales no hay silencio. Se pueden escuchar las voces de una pelea de borrachos, gente cantando lo que el DJ pinche, amigos hablando... O una preciosa mujer rubia de ojos verdes con un toque anaranjado, vestida de dorado y diamantes, cantando en el escenario de un club privado para el jefe de una de las mafias italianas.

— Cantas como los ángeles, mi Luna —dijo con una enorme sonrisa cuando ella terminó de cantar la última canción.

— Cantas como los ángeles, mi Luna —dijo con una enorme sonrisa cuando ella terminó de cantar la última canción

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— Oh... Renato Mancini... Que cosas más dulces me dices —le decía dulce y halagada ella.

— Baja aquí amore. Vamos a lo que nos hemos reunido hoy.

Luna bajó elegantemente del escenario con una brillante sonrisa, y al final de las escaleras él la esperaba con el brazo preparado para que ella lo tomara y caminar tomados de este hacia el lugar de reunión.

— No podía ir a la reunión sin antes escuchar tu preciosa voz —le decía mientras andaban lento, mirándola.— Pareces cansada hoy, bambina.

— Estoy bien, gracias por su preocupación jefe... —sonreía dulce mirando al suelo de forma cortés.— ¿De qué vamos a hablar hoy? —preguntó mientras, ahora sí, le miraba.

— De quién más bien.

— Schiavone —respondió instantáneo, separándose un poco de él para mirarle a la cara de frente.

— Uhm —contestó sereno él parándose en la puerta de la sala de reunión.

Mancini abrió la puerta y la dejó pasar delante de él, mirándola de arriba a abajo mientras lo hacía.
En la sala había otros hombres y más sicarios en traje de estos. Todos ya sentados miraron a Luna pasar.

— Luna que guapa eres... ¿Por cuánto te desnudarías para mí? —le casi demandaba uno de los asistentes a la reunión.

— ¿Tu madre sabe que le hablas así a las mujeres? Qué vergüenza —le respondió ella asqueada mientras tomaba el sitio que uno de los sicarios le ofrecía preparándole la silla caballerosamente.

— No empecéis —dijo Mancini mientras también tomaba su sitio presidiendo la mesa.— Luna es mi cantante, no una prostituta —prosiguió serio.


Tras un pequeño rato de conversación en la mesa y con todos atendiendo a cada una de las palabras de su jefe...

— Nuestro gran problema con Schiavone es que, aunque estamos en buenos términos... —tuvo que hacer una pausa debido a las miradas ladeadas de los presentes y unas cuantas toses falsas.— Señores... Sé que queréis más, yo el primero —se puso recto.— Pero los Schiavone siempre han ido por delante pisándonos el puto cuello. Y el... Imbécil, de mi hermano, hace casi 12 años hizo un movimiento que perjudicó a nuestra familia, a los Mancini. Él ahora está muerto, pero todos pagamos las consecuencias de que él empeorara las conexiones con los Schiavone.

— ¿Qué hizo su hermano, si puedo preguntar, señor? —indagó con calma Luna.

— Tocó a quien no debía, a un allegado de Schiavone —Luna, más que nadie, le escuchaba con mucha atención.— Y por si no fuera ya suficientemente difícil tratar de quitar a Schiavone del medio, y liderar nosotros, ahora tenemos al demonio de las mil caras —dijo con rabia.

— Todavía no ha ido a por ninguno de nosotros, parece ir más a por los negocios de Schiavone.

— Es cuestión de tiempo que venga por nosotros —interrumpió Luna mirando al hombre con soberbia, quien le devolvió una mirada de asco, y ella otra. 

Mancini les miraba para continuar de hablar.

— Tengo un hombre metido entre los Schiavone, un pez gordo. Él nos va filtrando información sobre lo que sabe —decía con decisión.— La semana que viene habrá una gala importante, todo lo que hable allí con otros relativos de Schiavone... Lo sabremos.

— ¿Quién es? —preguntaba otro de los hombres.

— Un ministro;
así que preparaos porque la semana que viene tendremos nueva información sobre lo que quiera que el perro de Schiavone esté haciendo en las sombras.


RUBY [DEMO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora