CAPÍTULO 19 - ALGUNAS COSAS, NUNCA CAMBIAN

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04:43 AM.
17 de octubre.

Otra noche más los Mancini se reunían, y como no, ahí estaba Luna con ellos.
Usualmente, si ella asistía, Renato Mancini, le pedía que cantara algo, de forma personal para él, o para los asistentes de la reunión. Aunque tras algunas canciones, Luna también se unía.

Esa noche no era diferente.

Ella bajó del escenario con su usual elegancia, luciendo un ceñido vestido negro de gran escote, junto con algo que solía vestir siempre, un abrigo de pelo y un pañuelo fucsia oscuro al cuello. Al bajar, uno de los hombres esperaba para saludarla, en lo que él consideraba que era "saludarla en condiciones", y no tan solo mirarla con un asqueroso deseo desde su asiento.

— No solo eres bonita, tienes una voz preciosa —la saludaba con dos besos en la mejilla—. Increíble.

— Jaja... —reía falsamente—. Muchas gracias —terminaba de saludar con asco.

— El jefe te espera —hizo un gesto que la dejaba ir a ella primero, con, por supuesto, la intención de mirarle el culo al pasar.

— Claro... —decía dirigiéndose al lugar, dejando caer su abrigo, haciendo que este le tapara lo que él tanto quería mirar... Algo que no fue del agrado del hombre.

— Pasa Luna, preciosa mía —la recibía Renato mirando por el rabillo del ojo, sin ponerse en pie, queriendo que ella se pusiera a su lado.

— Buenas noches, caballeros —caminaba hacia él con una sonrisa.

Luna se quedó en pie junto a Mancini, quien sonrió al verla a su lado.

— Bueno, sigamos con el tema —volvió a mirar al frente con seriedad—. Como habréis escuchado, Schiavone y sus perros se están moviendo muy rápido, además el puñetero demonio de las mil caras ese, se ha cargado esta noche a uno de mis hombres, el cual estaba dentro del Proyecto I y la GEMA. Y ahora no tengo información sobre nada —decía con rabia e impotencia—. Hace poco Luna cantó en un club de Schiavone, Luna cariño, ¿qué puedes contarnos? No te he llamado para ver tu precioso culo.

Puso la mano en su trasero mirándola fijamente, ella le devolvió indiferente la mirada. Y tras unos segundos de miradas, él retiró la mano.

— Realmente, nada, no hablaron de ninguno de los dos proyectos, solo estuvieron con las prostitutas, creo que Schiavone está escondiendo muy bien sus cartas —comentaba con seriedad y serenidad—. Además, como de costumbre, él no estaba ahí.

— ¿Y qué sabemos del demonio de las mil caras? —preguntó de repente uno de los asistentes, visiblemente acobardado por el tema—. Más allá de que puede que un día aparezca y nos corte la cabeza.

— Sabemos que suele tomar forma de mujer, o eso creen, nadie sale con vida de encontrarse con ese hijo de puta —respondió otro de los asistentes.

— ¿Y la tal Ruby? —seguía un tercer hombre, hablando con gran despreocupación, apoyado en la mesa sacándose algo de los dientes.

Luna analizaba los comportamientos de todos los hombres que la rodeaban, mirando con soberbia a unos y con asco a otros, variando sutilmente su expresión facial según lo que preguntasen. Ninguno sentía una amenaza por parte de ella, se veían demasiado superiores tan solo por ser un puñado de hombres ricos blancos.

— Que es un farol —contestó seca y eficaz—. ¿De verdad creéis que alguien vuela? Vamos, no seáis ridículos.

— Que segura hablas, Luna —le sonrió Mancini dudando de ella.

— El demonio se mueve demasiado rápido y cualquiera podríamos ser el siguiente, yo en lo personal quiero conservar mi cabeza. Si ustedes también, ¿no opinan que deberíamos centrarnos en él? —miró manteniendo la sonrisa a cada uno de ellos, viéndoles como tragaban saliva—. O, ¿tú qué opinas, Mancini? —apoyó su mano en el hombro del hombre, inclinándose hacia él.

RUBY [DEMO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora