CAPÍTULO 17 - EL ZORRO Y EL TIGRE

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Septiembre.

Empezaba a pasarse el calor del verano, algunas hojas de los árboles a caerse, y por ser finales de mes, los niños ya llevaban unas semanas en el colegio... Como la pequeña de Ahn y Christopher, quien ya había empezado a asistir a clases presenciales un año atrás. No estaba demasiado contenta con su cole, ni Ahn tampoco, pero era el que el italiano quería.

La niña no iba con sus compañeras de edad en el curso, sino que iba con las de un año menor, puesto que en la escuela consideraron que su nivel de inglés no era apto para pasar al siguiente. Ahn no se tomó bien aquello, pero todos tuvieron que acatar, y como siempre, ella le dijo que estaba bien. Aunque tener que repetir un curso... La ponía triste. Ella intentó dar lo mejor de sí en aquel idioma que en casa escuchaba muy a pocos ratos; Ahn le hablaba en coreano, Christopher y Marco en italiano, y Marisa en español. Incluso el diminutivo cariñoso de su nombre, usado por Ahn y Marisa, era en español. Tan solo escuchaba el inglés cuando oía a Christopher comunicarse con Ahn, y por supuesto para hablar los tres.

La relación de los padres no había cambiado demasiado en esos últimos años. Tan solo algunas cosas se habían asentado en el matrimonio y Ahn era mucho más suelto. Y Christopher, desde la pelea por su infidelidad, parecía haberse alejado en algunos momentos.
Pero así convivían...


Tenían un jardín precioso, enorme, lleno de plantas y césped...

Ahn estaba escribiendo junto a un café en una de las mesas de este, viendo a su pequeña de aquí para allá correr y jugar.

— ¡PAPI! —exclamaba ilusionada yendo hacia él—. ¡MIRA! ¡MIRA!

— ¿Si cielo? —respondió con cariño.

— Mira que flores más bonitas, son tan bonitas como tu papi —dijo bajando las flores de la altura de su rostro, dejándose ver con ellas en las manos.

— Mira que flores más bonitas, son tan bonitas como tu papi —dijo bajando las flores de la altura de su rostro, dejándose ver con ellas en las manos

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Ahn se levantó para tomar las flores que le había traído; la pequeña había aprendido de Marisa a hacer ramos florales.

— Tú sí que eres bonita mi pequeña —decía mientras ella le esperaba con las manitas a la espalda, mirándole con una sonrisa.

— Papá... —el tono de la pequeña cambió—. Estoy muy cansada, hoy hemos hecho muchas cosas en el cole y ayer hice mucho deporte, no quiero hoy.

La escuchaba con preocupación mientras ella le dejaba saber, no solo por sus palabras, sino por su cambio de expresión corporal, que tan cansada estaba.

Desde que cumplió cinco años, había estado entrenando en taekwondo y resistencia. Siendo, a veces, demasiadas horas. Todo porque Christopher quería.

— Yo tampoco quiero que hagas hoy —le contestó serio, devolviéndole su peluche que estaba en la mesa, tomando su libreta junto a las flores—. Ahora vamos a tu habitación, ¿vale? Es hora de dormir la siesta peque —redujo la seriedad.

RUBY [DEMO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora