Prólogo

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Prólogo

Carta de Hogwarts

Era una mañana de calor abominable. Si mirabas por cualquier ventanal de Malfoy Manor se podía ver el espejismo que provocaba la alta temperatura. Pese a que la mansión estaba en el medio de un gran terreno, con magia alrededor, y que sus dueños habían lanzado algún que otro hechizo ambientador en el interior, Merlina podía ver el sudor perlado en la frente del centro de la mesa: Lucius Malfoy.

Astoria, su tía, ya había intentado convencerla de sacarse la ropa negra que traía puesta, pero Merlina se había negado.

—Deberías convencerte de que haya accedido a usar ropa muggle —le recordó. Su tía suspiró ante su respuesta.

Le parecía algo indigno haberse rebajado a las prendas de muggles, pero ni ella podía luchar contra el calor, por ello, esa mañana usaba una simple remera sin mangas y pantalones negros, lo mejor que podía usar ya que era todo lo que su dignidad iba a permitirle. Si en sus manos estuviera, haría todo el año de una estación: invierno.

—Tío Draco—rezongó, mirando a su tío sentado en el lado opuesto de la mesa—. Podrías aplicar algún que otro hechizo extra para enfriar la casa. La consintieron de inmediato. Finalmente, pudo hacer lo mismo a lo que se dedicaba cada mañana, Merlina ignoró a todos y observó a Scorpius, sentado frente suyo al lado de su padre.

Scorpius era su primo, en esos momentos leía concentrado una carta en sus manos. Draco le sonreía con una mano sobre su hombro. Pero Merlina no era tonta, ella veía detrás la preocupación en los ojos de su tío, y si giraba y echaba un vistazo, vería lo mismo en su tía.

Observó al hombre en el centro de la mesa. El hombre, rubio de cabello largo, acariciaba su bastón y miraba a su nieto con algo que ella conocía: ambición. Lucius Malfoy pensaba que Scorpius podría darle lo que su hijo no le dio, no de la forma que esperaba al menos. Draco había decepcionado a su padre en maneras que le costaba no nombrar. Lucius parecía encontrar cualquier momento digno de recordarle lo blando que había sido después de la segunda guerra, especialmente después de contraer matrimonio. Merlina perdió la cuenta de las veces que escuchó todas las razones.

Pese al respeto que sentía hacia Lucius, consideraba que debía rendirse. Scorpius Malfoy era lo opuesto a lo que el hombre ambicionaba. De hecho, ella estaba segura que sería más benevolente que el mismo Draco Malfoy.

Volvió a mirar a su primo. La carta que sostenía en sus manos era la carta que lo admitía oficialmente como estudiante de Hogwarts, el mejor colegio de Magia y Hechicería. El mismo colegio donde sus fallecidos padres habían ido, y donde los Malfoy habían asistido.

Los Malfoy, todos, sin excepción alguna que pudiera recordar, habían ido a una sola casa. Incluso su madre y la de Scorpius fueron seleccionados al mismo destino. Aquella casa era Slytherin.

Se tragó el suspiro que quería lanzar y decidió mirar sin expresión a su primo.

¡Por Salazar! Si hasta dudaba que Scorpius llegara a ir a Slytherin.

Scorpius dejó de leer y miró a su padre. En él también vio preocupación, lo que llamó su atención. Su primo no había hecho más que hablar de aquel colegio, sus oídos hasta habían sangrado de tanto Hogwarts esto, Hogwarts lo otro. ¿Por qué ahora se mostraba temeroso? Escuchó a Lucius darse cuenta de esto cuando gruñó.

—Padre —escuchó advertirle a su tío Draco Las mejillas de Scorpius se sonrojaron y bajó la mirada. Merlina desaprobó ese comportamiento. Debajo de la mesa estiró su pie y le dio una patada. Su primo la miró, frunciendo el ceño y volviéndose más rojo.

El Legado de Potter #3: La niña malditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora