Capítulo 13

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Perspectiva de Marina

Canción: I Feel Like I'm Drowning, Two Feet.


           Me quedo recostada sobre el césped, bajo el calor de los rayos del sol. Cierro mis ojos y respiro profundamente. Todo esto parece una locura, una pesadilla interminable. No veo salida de esta situación y me siento sumamente abrumada. Tengo la mente agotada, mi moral por el suelo y el alma hecha añicos. 

          Si volvemos a recapitular todo: fui secuestrada por unos mafiosos, me llevaron a otro país y vi como asesinaban a dos hombres. Ataqué a un tipo con un tenedor y mi amiga murió entre mis brazos. Fui comprada por un demonio, intenté escapar y nuevamente vi como torturaban a dos hombres. Fui marcada como un animal y me entregué a un desquiciado mental que me traicionó sin darme nada a cambio. Ahora soy su prisionera, en este infierno bajo los rayos del sol.

          «Grandísima, gigantesca ¡mierda!»

          Se me estrecha el corazón al pensar que mi familia cree que estoy muerta y que jamás podré regresar junto a ellas. Eso solo las pondría en peligro.

          «Mamá»

          Las lágrimas intentan ahogarme en el dolor, pero el recuerdo de Julia me sacude y me entrega fortaleza.

          «Perdóname Julia» me repito una y otra vez.

          «No me voy a rendir y voy a pelear, voy a pelear Julia».

         Muevo mis piernas y siento el peso de la tobillera. Mientras tenga puesto esto no podré escapar, pero algo se me tendrá que ocurrir. Me incorporo decidida sobre el césped, limpio mis lágrimas e inspecciono la propiedad con mis ojos. Es un terreno realmente extenso. Aparte de la casa, distingo bien el galpón de la otra noche y la cochera, pero hay otras tres edificaciones que aún son desconocidas para mí. Vuelvo a mirar mi tobillera y me pregunto qué alcance tendrá.

          Decido que antes de planear cualquier tipo escape debo conocer bien cómo funciona este aparato y sus límites. Camino por la propiedad, deteniéndome en los lugares donde comienzo a sentir las descargas en mi pierna. Debo admitir que el alcance puede parecer amplio, pero en comparación con todo el terreno, tengo nulo acceso. Estoy básicamente limitada a unos metros de la casa.

          Durante mi caminata voy tomando nota sobre todas las cámaras de vigilancia que encuentro, pero son demasiadas y pierdo la cuenta.

          «Carajo»

          Además de las cámaras el lugar cuenta con una gigantesca tropa de guardias armados. Estos solo me vigilan sin dirigirme la palabra. Huyen de mí apenas me acerco. 

          «Es imposible salir de aquí sin ser vista, no con toda esa seguridad y la tobillera»

          Ahora sí que tengo el ánimo por el piso.

          Cuando ya ha pasado una hora y mi estómago comienza a rugir, vuelvo a la casa para ir por comida. Creo al menos eso podría animarme. 

          —Hola— saludo tímidamente al encontrarme con Ana.

          Es una señora ya de edad, yo diría que tiene unos 65 años. Sé ve muy elegante con su cabello encanecido y prolijamente peinado. Sus ojos son cálidos, pero la expresión en su rostro al mantener los labios fruncidos le da un aspecto estricto.

          —Hola señorita, ¿desea almorzar? —me pregunta de forma amable.

          —Sí, por favor.

El Demonio que OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora