Capítulo 36

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Perspectiva de Marina

Canción: I Didn't Know, Sofia Carson.


          Aterrizamos en Roma y todo es más hermoso de lo que imaginé. Nos instalamos en un hotel y cuando todo el papeleo está completo, Egan me lleva a recorrer la ciudad. Caminamos cogidos de la mano y nos tomamos fotografías como si fuéramos una pareja de enamorados en su luna de miel. Todo me parece un sueño del que no quiero despertar.

          —¿Te gusta? —me pregunta Egan.

          Hemos venido al que según él es el mejor lugar para comer pastas. Es un pequeño local con mesas acomodadas en la calle.

          —Está buenísima—digo sintiendo un orgasmo en la boca.

          —¿Es la mejor que has probado en tu vida?

          —La mejor que he probado en mi vida. —Entorno mis ojos.

          —Te lo dije.

          —Sí, tenías razón —. Limpio mis labios embarrados con salsa—. ¿No comerán con nosotros? — Apunto hacia Claudio y Paul. Ambos nos han estado siguiendo de cerca durante todo nuestro paseo.

          —No, ellos se turnarán para comer.

          —¿Y los demás? —Alzo una ceja—. Ellos son los únicos que nos siguen, ¿verdad?

          Egan niega con su cabeza.

          —¿Por qué?

          —Protección.

          —Me parece un tanto exagerado, aunque me agrada ver a Claudio interpretando su rol de guardaespaldas. Realmente intimida.

           —No es exagerado, necesito ser precavido, ya no estamos en mis tierras. 

          —Claro, se necesitan como mínimo diez hombres para proteger al jefe. Nunca se sabe cuándo puede ser atacado por un trozo de pizza malvado. —Lo miro con burla, masticando mi comida.

          Egan jala de mi asiento para acércalo al suyo y me sujeta de la nuca. Sus labios cubren los míos mientras su lengua se desliza con habilidad, limpiando cualquier rastro de salsa a su paso.

          —Son veinte hombres y no están aquí por mí. Están aquí por ti, tienen órdenes de protegerte a ti.

          Me quedo un tanto pasmada ante su confesión.

          —¿A mí?

          —Sí.

          —¿Ordenaste a veinte de tus hombres protegerme?

          Giro mi cabeza hacia cada lado intentando localizarlos.

          —Serán discretos.

          —¿Qué tan discretos pueden ser veinte hombres?

          —Son profesionales. Están aquí solo por precaución, por si por algún motivo debo separarme de tu lado. Si yo estoy junto a ti, sé que nadie podrá hacerte daño, pero si no estoy, entonces quiero a veinte de mis mejores hombres cuidándote.

          Lo miro sintiéndome extraña. Por alguna razón no me desagrada su exageración, me emociona. 

          —Esto es extremadamente tierno y perturbador a la vez.

          —¿Perturbador? Querrás decir costoso. Estoy pagando horas extraordinarias solo por ti. 

          —Entonces creo que me corresponde a mí pagarles. Veremos si aceptan esto como pago.  

El Demonio que OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora