Capítulo 40

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Perspectiva de Marina

Canción: Sorry, Halsey.


          No puedo respirar, todo me duele. Tengo algo roto dentro de mi pecho, es un dolor insoportable.

        No sé qué hacer, solo sé que no puedo permitir que Egan muera. No quiero tener que cargar con esa culpa.

        Los disparos se hacen presente y solo puedo observar la escena con horror. No soy capaz de moverme para huir, quiero permanecer a su lado.

        Me siento aliviada de ver a Felipe con vida, pero aun no estamos a salvo.

           Egan silba y rápidamente sus cuatro perros atacan a Martín, quien grita con dolor. Solo lo retienen por unos segundos, mientras Egan aprovecha de ponerse en pie. En cuando lo hace vuelve a silbar.

          —Esta presa es mía—brama con ira.

           Los canes liberan a Martín y se enfocan en despedazar a un nuevo objetivo señalizado por Egan. Ambos luchan, mientras se escuchan gritos y el retumbar de los cañones por la casa. Sangre y cuerpos caen por todas partes, pero mis ojos están centrados en él, solo en él.

            Martín se esconde detrás de sus hombres como un cobarde, pero Egan lucha desenfrenado contra ellos, determinado a no dejarlo escapar. Puedo oír cómo rompe algunos huesos para abrirse camino.

          —Señor. —Claudio empuja un arma hacia los pies de Egan.

              Este se agacha para recogerla y comienza a disparar.

           Todo parece estar en cámara lenta, los hombres se gritan palabras sin sentido mientras disparan sus armas y yo solo puedo quedarme allí, quieta como una estatua. Estoy de rodillas, incapaz de siquiera respirar.

          Mis ojos van por un segundo a las escaleras y distingo a Felipe fusilando a todos a su paso, con lo que creo que es una ametralladora.

          «Por favor, que no lo lastimen»

           Vuelvo a centrarme en Egan cuando logra alcanzar a Martín y lo empuja, haciéndolo caer hacia atrás. Antes de volver al ataque, Martín alza su cabeza y me mira sonriendo. Su pistola apunta en mi dirección.

          « Moriré...»

           Cierro mis ojos y espero por el dolor, pero unos brazos se aferran a mi alrededor. Me cargan hasta que quedamos cubiertos detrás de una muralla, la cual comienza a ser impactada por cientos proyectiles.

          Mis ojos se encuentran con el celeste del demonio.

          —¡No te muevas! —ordena viéndome con odio.

          Antes de que pueda reaccionar, Egan ya se ha ido. Sé que no debería desobedecerlo, pero necesito asegurarme de que esté bien. Impulso mis pies y lo veo avanzar hacia Martín con  Hiroki a su lado. Ambos pelean codo a codo, mientras sus hombres los cubren del fuego enemigo. Egan dispara y Hiroki utiliza una katana, bañando el piso con una espesa capa de sangre.

          Cuando finalmente logran acorralarlo, ambos se separan. Hiroki se enfoca en deshacerse del resto de los enemigos, mientras Egan se posiciona sobre Martín, para golpearlo en el rostro con su arma, antes de lanzarla lejos.

          Ruedan por el piso peleándose con los disparos cruzándose a su alrededor. En un segundo que se hace eterno, Egan cae hacia atrás por el impacto de una bala. 

El Demonio que OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora