Capítulo 24

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Perspectiva de Marina

Canción: Warriors, 2wei, Edda Hayes.


          Después de estar una hora en la computadora, Felipe por fin ha logrado alterar el sistema de la tobillera.

          —Bien, tenemos lista esta parte. Ahora acércate, vamos a quitártela—dice sacando una pequeña navaja de su bolsillo.

          —¿Siempre vas armado? —pregunto riendo.

          El licor ha confundido por completo mi cerebro. Beber alcohol puro de forma rápida nunca es buena idea.

          —Claro que sí. Siempre hay personas que quiere hacerme daño — responde jalando de mi pierna para analizar la tobillera de cerca.

          —¡Hee cuidado! —reclamo cuando siento su agarre.

          —Tranquila, soy bueno con los cuchillos.

          —Igual que el sexy de tu hermano.

          —¿Sexy? — pregunta con una ceja alzada.

          —Me confundí, quería decir igual que el odioso y horrible de tu hermano.

          Felipe se ríe e inspecciona la tobillera por unos minutos, para luego colocarse manos a la obra. Después de unos intentos logra abrirla y por fin soy libre.

          —¡Ya está preciosa! Ahora vístete con mi ropa que nos vamos a bailar — dice moviendo sus hombros.

          Me visto con uno de sus jeans y una polera. A pesar que se puede notar que no son de mi talla, no me quedan para nada mal.

          —Ten, un complemento. — Oculta mi cabello bajo una gorra.

          —¿Cómo me veo?  

          —Como un chico muy guapo. Vamos a causar furor cuando nos vean juntos.

           Ambos nos miramos en el espejo y estallamos en carcajadas.

          —Ven, te muestro el camino — habla cogiendo su cartera y metiéndola en el bolsillo de mi pantalón —. Camina —dice al tomar mi mano para guiarme.

          Me tambaleo con cada paso, he bebido en exceso y mi cabeza da vueltas. Salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la biblioteca, donde Felipe abre una puerta secreta. Esta parece estar sumamente reforzada, tiene un complejo sistema de seguridad. 

          —Vaya... —digo pasando mis manos por el teclado de números y letras.

          —Los códigos de seguridad se cambian cada día. A veces he estado tan ebrio que no he podido recordarlos, por lo que,  la configuré para que solo se abra con mi huella.

          Coloca su dedo pulgar sobre un lector y la puerta mágicamente se abre. Avanzamos por una larga escalera y luego por un pasillo. Caminamos y caminamos sin descanso.

          —¿Cuánto falta? — pregunto cuando ya me siento cansada.

          —Solo un poco más, vamos. Te llevaré a un club genial. Valdrá la pena, créeme.

          —Vale— respondo con pereza.

          —Es por aquí, ese otro camino lleva hacia la otra casa —informa al llegar a una bifurcación.

          —¿A la de Hiroki?

          —No, a la otra casa... la abandonada. Ven, apresúrate.

El Demonio que OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora