然 𓏲 ⁜ ( 𝓑𝐀𝐃 𝓑𝐋𝐎𝐎𝐃 ) ༞ ⍣ 𓄼∴
⇰ ❝ Now we got problems, And I don't think we can solve them. You made a really deep cut And baby now we got bad blood. Band-aids don't fix bullet holes
You say sorry just for show, You...
Joanna había pasado de señora de Winterfel a prisionera en un instante, confinada en las cuatro paredes de una recámara gris y fría, a donde la habían trasladado luego de que se le acusara de estar involucrada en un complot contra los Stark. Gritó y se resistió, aunque de nada le sirvió, Robb ni siquiera se dignó a mirarla. No sabía que es lo que sucedía afuera, ni su familia enterada del estado de rehén en el que estaba. Por más oro, tierras y cuanto podía ofrecer a los criados a cambio de que la ayudasen a escapar, o mínimo enviar un cuervo a King's Landing, fue inútil.
Winterfel estaba en un estado de preparación para la contienda, pero todo era muy secreto y nadie decía nada, aún no querían alertar al norte entero de sus sospechas. El invierno se acercaba.
Robb era el peor de todos, como muchacho impetuoso, no veía la hora de desenvainar la espada contra aquel que había hecho tanto daño a su familia y casi matado a su hermano. Sentía un odio tremendo contra los Lannisters, nunca le habían agradado, eran arrogantes y hasta de cuidado, pero luego pensaba en Joanna, en la dulzura de sus palabras y la suavidad de su piel, las muchas veces que le había demostrado su amor, sus besos y el calor de su cuerpo, le extrañaba como loco, pero sabía que ya no podía confiar en ella.
No le había vuelto a ver desde que los guardias la escoltaron, a modo de prisionera, a otra habitación; fue incapaz de mirarla por más que Joanna le exigió que lo hiciera, porque en eso le daba libertad y la estrechaba contra su pecho, no podía permitirse eso. Y luego estaba el viaje de su madre a King's Landing, con tantos peligros en el camino y apenas una pequeña comitiva que no sería capaz de protegerla en caso de batalla.
Mientras tanto, Catelyn arribaba a La Capital de manera discreta, con un par de hombres y alojándose en una humilde pero limpia posada.
A la mañana siguiente la despertaron unos golpes en la puerta.
Se incorporó bruscamente. A través de la ventana se veían los tejados de desembarco del rey, teñidos de rojo por la luz del sol. Poniente. Había dormido más tiempo del que pretendía. Un puño volvió a golpear la puerta.
—¡Abrid el nombre del rey— exigió una voz.
—Un momento— respondió. Se puso la capa. El puñal que había causado todo el alboroto estaba sobre la mesilla de noche. Lo cogió antes de abrir la pesada puerta de madera.
Los hombres que irrumpieron en la habitación vestían la cota de malla negra y la capa dorada de la Guardia de la Ciudad. Al ver el puñal en la mano de la mujer, su jefe sonrió.
