— ¡Eres un asco, lárgate de mi casa ahora!
La fuerte voz de Simone luchaba por no romperse. Un odio profundo la carcomía al verlo. No quedaba nada de lo que alguna vez fue un feliz matrimonio. Todo lo que alguna vez pudo haber sentido por aquel hombre se borró en el momento que arruinó sus vidas. Lo despreciaba, con cada uno de sus sentidos.
— Simone por favor, escúchame...
Jörg estaba tirando en el suelo, apestando a alcohol, desaliñado y completamente destruido. Arrastrándose como un mendigo, se acercó a la puerta principal de la casa. Se detuvo en los pies de la mujer, llorando sin control. Miraba a la mujer con arrepentimiento, implorando su perdón. Intentó sujetarse de una de sus piernas, pero ella lo pateó asqueada.
— ¡No te me acerques, maldito! ¡No sabes cuánto te odio! ¡¿Por qué no te mueres ya?! ¡¿Por qué no desapareces de una puta vez!?
No le tembló la mano al cerrarle la puerta en la cara con rabia. No esperó un segundo más, salió de allí a paso furioso, gritando una y otra vez que lo odiaba. Sus ojos luchaban para no llorar de frustración.
Tom estaba en el sofá, quieto como una estatua. Mantenía la mirada fija en la pantalla negra de la televisión. Sabía que no debía meterse en los problemas de sus padres. No sé atrevió a voltear la mirada hasta escuchar el crujido de las escaleras. La vio subir, ella no volteó a verlo ni por la más mínima fracción de segundo. Era como si fuese invisible, como si él realmente no estuviera allí.
Desde que Bill desapareció, su madre se volvió incapaz de verlo a los ojos. Eran distantes, aunque vivían en la misma casa, pocas veces ella le prestaba atención. No recordaba haber tenido una conversación de más de dos minutos con mamá, casi todo era silencio incómodo. Se levantaba temprano y se iba a trabajar, a veces le dejaba el almuerzo y otras solo dinero. Cuando no trabajaba dormía o salía a repartir volantes de su hermano. No celebraban los cumpleaños, ni navidad, ni nada en realidad. Su madre pasaba por un luto complicado. Había días en los que solo quería correr hasta ella, abrazarla y llorar en sus brazos hasta que todos sus temores desvaneciera. Como todo niño necesitaba a su madre, pero era consciente, sabía que no podía contar con ella.
No era mala, podía entenderla. Ella sufría cada día de su existencia, y tenerlo a él cerca, verlo a la cara, ver cuánto se parecía a su hermano... Eso la destrozaba.
Tom se levantó con pesadez del sofá cuando escuchó el ruido de la puerta ser azotada. Mamá se había metido a su habitación, lo que significaba qué no saldría hasta mañana por la mañana. Caminó hasta la entrada con agotamiento mental. Le guardaba mucho rencor a ese hombre, pero al final, era su padre también. Negligente o no, él también sufría por todo esto.
— Simone...
Escuchó sus sollozos tan pronto abrió la puerta. Tirado como un condenado, hecho un manojo de lágrimas. A veces pensaba en lo patético que era su padre. A veces quería golpearlo, reclamarle por todo lo que había causado. Pero al imaginarse haciendo eso, la culpa lo consumía. Lo odiaba, pero jamás lo dejaría.
No bajó la cabeza, lo observó de reojo casi inmóvil.
— Levántate, papá.
Se agachó para ayudarlo a ponerse de pie. Sosteniendo con poca práctica su huesudo cuerpo.
El ebrio hombre no tardó en reconocerlo, empezando a sollozar con más fuerza. Acercó su mano al rostro del niño, tocándolo en busca de comprobar su veracidad.
— Tom... Tom, hijo...
— No hagas bulla.
El niño arrastró a su padre hasta la cochera, allí había un viejo sofá que su padre usaba como cama. Lo recostó con cuidado, no debía hacer mucho ruido o su madre se enojaría.

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Devil Eyes [Toll]
FanfictionCuando los gemelos Kaulitz tenían tan solo cuatro años de edad, el menor de los dos desapareció. Quince años después, Tom por fin logra encontrarlo; sin embargo, lo que parece ser un emotivo reencuentro poco a poco se transforma en algo más caótico...