Capítulo 14

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El gemelo menor está afuera de su casa, parado en la acera de la propiedad. En toda la cuadra, no hay más luces encendidas que la sala de la casa Nor, donde únicamente vive una anciana. Seguramente la vieja lo está observando desde detrás de su cortina, como un búho chismoso. El farol público alumbra lo suficiente como para no sentirse en peligro, pero lo desconcierta la hora, se supone que debieron pasar por él hace ya un rato. Es entonces que escucha el ruido de un auto veloz aproximándose, voltea de inmediato, siendo enfocado por las luces encendidas del mismo. El coche avanza unos metros lejos de él antes de detenerse. Con la velocidad que llevaba encima no le sorprende que no hubiesen logrado frenar a tiempo. 

¿Quién conducía? ¿Un ebrio acaso?

El coche es un descapotable de dos asientos delanteros y tres traseros. Solo había mujeres allí, unas cuatro incluidas Natalie. La rubia está disfrazada de monja, bueno, monja del sida u alguna mierda así. Trae unos ojos ahumados y labial negro; pestañas gigantes y sus características cejas dibujadas. El vestido le llega hasta un poco antes de la mitad del muslo, es pegado y con destellos brillosos tipo corset que dejaba sus senos al aire, tapando sus pezones con dos pedazos de cinta negra en forma de cruz. Las medias de red y las uñas tampoco gritan precisamente a monja. ¿Pero qué sabía él? Cosas peores había usado en el trabajo. 

Natalie se gira en su dirección, con una sonrisa alcohólica en el rostro; entre risas, grita ordenando que se acerque. Bill pasa saliva, no es un genio, pero es evidente que están drogadas. Aunque no quiere morir en un accidente automovilístico, mete las manos en los bolsillos y avanza fingiendo seguridad. Natalie le abre la puerta y estira los brazos en su dirección para que se acerque a darle un abrazo, haciendo un chillido de emoción al verlo. El azabache ya había hablado con su reflejo sobre esto. Toda su vida se basó en ser una prostituta, ¿qué le impedía jugar a ello un rato más? Las cosas se ganan con sacrificio. 

La abrazó fingiendo gusto, y cuando ella le robó un beso correspondió sin hacerse de rogar.

— ¿Qué tal me veo, mi amor? —pregunta, saltando en su asiento para que sus tetas se moviesen de arriba a abajo.

El disfraz le queda bastante bien, mejor de lo que imaginó. De igual forma, sigue sin moverle el piso.

— Te ves hermosa. —sonrió con falsedad, viéndose encantador.

El resto del camino la chica fue abrazada a él como un koala. Casi lo ignoraron por andar chismeando entre ellas de temas que desconocía. Su música era fuerte, así que cerró los ojos y solo buscó cubrirse en ella.

Complacer era su trabajo, esto era solo otra noche de trabajo.

La puerta de la tienda se abre, haciendo sonar la campana

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La puerta de la tienda se abre, haciendo sonar la campana. Los gritos del hombre se escuchan más claros entonces, reclamándole incoherencias al joven rubio, qué mantiene la cabeza baja. Se nota agresivo, hasta parece querer golpear al chico. Tom escucha todo desde la sección de dulces, asomándose para ver mejor la escena. Siempre ha sido un metido, incapaz de quedarse callado ante problemas ajenos, pero la cosa es aún peor cuando se trata de uno de sus amigos.

Devil Eyes [Toll]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora