Capítulo 10

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La luz del sol había iluminado tanto la habitación que para el menor ya era imposible seguir durmiendo. Se movió un poco por la cama, estirándose con los ojos cerrados antes de levantarse. Cuando finalmente los abrió, no supo si era porque acababa de despertar, pero la casa parecía estar llena de humo.

Maldita sea, sí era humo.

Se levantó asustado al percibir ese maldito olor, ni siquiera se puso las sandalias, solo corrió fuera de la pieza. Bajó las escaleras agitando los brazos, mientras más cerca estaba de la cocina, peor era la cosa. Tenía miedo a caer, aunque más terror le daba morir quemado.

— ¡Tom! ¡Tom! —comenzó a llamarlo con desespero.

Su gemelo lo escuchó al instante, corrió a las escaleras desde la cocina para ayudarlo a bajar los dos últimos escalones. El chico tenía los ojos fuertemente cerrados y seguía agitando los brazos como helicóptero. Tom rio por lo exagerado que podía ser el chico.

— ¡Se quema la casa, Tom!

— ¡Cálmate, solo se me quemó el desayuno!

Lo llevó hasta el sofá, pidiéndole que espere allí mientras él abría todas las ventanas. Bill sentía que moriría ahogado en cualquier minuto. Cuando el humo comenzó a desvanecer, Tom le tuvo que avisar al menor para que abriera los ojos de una vez. Al inicio se negó, pero después de unos segundos de discusión obedeció. Parpadeo varias veces antes de abrirlos completamente.

— ¡¿Por qué demonios te metes a la cocina si no sabes cocinar!? —le reclamó al de trenzas, enfadado por la fea forma de iniciar su día.

— ¡Es que no pensé que sería tan difícil!

Esa mañana Tom se había levantado temprano para hacerle un buen desayuno a su hermano. Tenía que avisarle que ya estaba matriculado y que comenzaría su ciclo escolar en dos días. Como sentía que no se lo iba a tomar de la mejor forma, intentó esforzarse para suavizarle las cosas. Compró pan y lo acomodó en la canasta de la mesa. Dejó el queso en la mesa y quiso freír huevos y tocino. Pero mientras la carne se freía, él se enfocó en las bebidas. Hizo café, que salió excesivamente cargado. También extracto de naranja, aunque acabó en todas partes menos en la jarra. Fue al baño un rato y cuando volvió todo ya se había llenado de humo. Apagó la cocina y botó la carne resignado. Cuándo puso la sartén el lavadero mucho más humo salió de la nada. Bill se levantó antes de que pudiera arreglar todo en la casa.

Tom le contó lo sucedido, omitiendo la noticia, por ahora era mal momento. Bill iba a regañarlo, pero le había enternecido de alguna forma el gesto. Era un imbécil, y aun así lo quería. Los gemelos ordenaron la casa entre ambos, Bill lavó los platos y vasos sucios, mientras que el otro trapeaba el jugo del suelo, y de paso también el agua que Bill salpicaba. Jamás en su vida había hecho aseo, podía intuirlo, no era tan difícil de adivinar.

Cuando la casa estuvo limpia, intentaron freír el resto de carne y huevos. Tom podía hacerlo si no se distraía, así que Bill lo apoyó obligándolo a mantener fija su mirada en la comida. Sirvieron todo en la mesa y se sentaron a comer juntos. Eran un desastre por separado, pero mejoraban un poco al trabajar juntos. Tom le preparó sus panes al chico, mientras pensaba en cómo abordar el tema con él. Bill notó que había algo en su mente porque no estaba hablando tanto como usualmente lo hacía.

— ¿Sucede algo? —preguntó, prestándole mucha atención a sus expresiones.

Tom lo miró, su boca se movió buscando decir algo, mas su cerebro aún no había decido el qué exactamente. Apretó los labios y fingió una sonrisa dejando los panes y el cuchillo de lado.

— ¿Sabes que siempre vas a estar seguro aquí, no? —Tom buscaba sonar amigable.

Bill alzó una ceja sin entender, poniendo más nervioso al mayor.

Devil Eyes [Toll]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora