Capítulo 7

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— ¿Esta es tu casa? —Bill preguntó, observando curioso la sala del lugar.

Era un espacio amplio, pero carecía de decoración u amueblado. Era como si solo quedara lo necesario para vivir, un sofá, una mesa auxiliar y una tele. El concepto de la casa era abierto, así que el espacio para el comedor estaba allí, vacío, pero allí. La cocina estaba al lado de las escales, y separaba del resto de espacio con una barra.

Tom cerró la puerta al pasar, y luego buscó seguirle el paso a su hermano.

— Nuestra casa —corrigió con emoción— Tú vivirás conmigo a partir de ahora —le sonrió convencido, a Bill le gustaba eso.

Cuando mamá y papá se esfumaron, él sacó todo de las paredes. Ni fotos, ni cuadros, ni relojes, ni floreros. Vendió lo que pudo y lo demás lo donó. Fue más que nada por necesidad, pero tampoco tenía ganas de ver aquello en su hogar. No quería memorias del pasado, quería un futuro mejor, uno con Bill. Tenía la esperanza de algún día encontrarlo, y poder llenar esas paredes de nuevo, pero con cosas suyas, de ambos.

— Es grande. —comentó el menor, pasando su mano por el respaldar del sofá. Era marrón, se veía cómodo, tenía un tapiz de cuero.

— Mamá esperaba tener más hijos. —le confesó, alzándose de hombros.

El tema de sus padres no había sido tocado en ningún momento por Tom. Todo lo que sabia era gracias a la encargada. Tenía entendido que su padre fue quien lo extravió por culpa de su alcoholismo, y que tiempo después se marchó. Sabía que su madre, de alguna forma u otra, sufrió la partida de papá y terminó por colgarse en su habitación.

Era obvio que no era un tema fácil para Tom. Él jamás tocaba temas de la prostitución, así que devolvió el gesto decidiendo no indagar.

— ¿Qué vamos a hacer? —cambió de tema, apoyándose sobre la esquina del sofá.

— Primero que nada, voy a prestarte ropa porque no puedes ir por la vida pareciendo enfermero. —bromeó negando con la cabeza. Hizo una seña con su mano, indicándole que le siga.

— ¿No me queda bien? —Bill sonreía igual de vacilón, poniéndose de pie nuevamente.

— Eres una versión mía en femenino y pálido, por su puesto que todo te queda bien. —se halago a sí mismo relajado, quizá el tener mucho ego era también parte de la conexión de gemelos.

— ¿Soy pálido? —medio río, con el ceño fruncido. Iba siguiendo a Tom por las escaleras.

— Debería preocuparte lo femenino.

Femenino, masculino, tampoco terminaba de entender eso. En el hotel todos seguían el mismo patrón.

— Es curioso, yo te parezco pálido y tú me pareces algo tostado. —sonrió, alzando los hombros al decirlo.

— Te llevaré a la piscina cuando pueda, hace mucho sol últimamente.

No demoraron más en llegar a su habitación. Tom empujó la puerta y lo invitó a pasar. Abrió sus cajones y su armario, mostrando sus prendas con un poco de pena. A él le encantaba, pero no sabía si seria del estilo del chico.

— Toda mi ropa es muy... Bueno, barrio bajera. —alzó sus ceja— Tengo desde pantalones gigantes hasta pantalones mega gigantes. Escoge lo que quieras. —al terminar de dejar todo abierto, se dejó caer en su cama.

Bill vio las prendas sin saber que hacer.

— ¿Y no tendrás pantalones gigantes pero en talla xxs? —bromeó, volteando a verlo.

— Sin denigrar. —se apoyó en sus codos para verlo a los ojos— Solo ponte lo que sea, una vez estés vestido iremos a comprar ropa. —le sonrió confiado.

Devil Eyes [Toll]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora