Capítulo 4

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Miró su teléfono fijamente, con un brazo cruzado y el otro en su boca. Tres días pasaron desde la última vez que vio a Gordon, tres días que iba a visitar a Bill al orfanato de rescatados en lugar de ir a verlo a la habitación que estaba al lado de su cuarto.

¡Necesitaba al chico cerca de una puta vez!

Quedaban tres días más, y sin ánimos de exagerar, realmente no podría tolerarlo

Estuvo insistiendo tanto que el hombre le había prohibido llamarlo. En sus propias palabras, "yo te llamaré cuando sea necesario, mientras tanto, no me hables ni por Roblox".

Gordon era un cascarrabias.

La puerta del estudio se abrió, interrumpiendo la concentración del chico. Muy nervioso, guardó el celular en su bolsillo de inmediato antes de voltear a ver a la recién llegada. Era su jefa, Jessica, una mujer de 50 años con anillo en el anular y una muy alegre y juvenil personalidad. Estaba en descanso, así que podía intuir a que se debía su no programada visita. Sin embargo, no era tan descarado como para decirlo en voz alta.

— ¡Jessica! Qué placer tenerte aquí, ¿puedo ayudarte en algo? —se acercó a ella, intentando sonar como un empleado bobalicón más.

La mujer sonrió, apoyada en la puerta con una mirada lasciva. La rubia cerró con seguro antes de acercarse a él y rodear su cuello con sus brazos.

— Tenemos 20 minutos antes de que llegue mi esposo. Quiero que me folles, Tomi.

El de trenzas pasó saliva forzando una sonrisa. Jessica le atraía, era totalmente su tipo. Rubia, guapa, alta, cuerpo de modelo y, no lo comenten con nadie, algo mayorcita.

Tom siempre sintió atracción por las mujeres más grandes que él. No era un problema en realidad, pero aun así le daba algo de vergüenza admitirlo.

Por muy fascinante que se viera Jessica, el trato de «te cojo y me pagas» le hacía sentir como una perra barata. Barata entre muchas comillas, esa mujer lo estaba volviendo rico.

Su jefa no era la única mujer que pagaba por sentirlo dentro, algunas artistas qué trabajaban con la discográfica también habían soltado algo de dinero en sus manos.

Tom amaba ganar mucho y gastar poco. Era un tacaño, pero ese era el secreto de su éxito económico. Tacaño para todo menos para su hermano. Ahora más que nunca necesitaba dinero, para darle a Bill todo lo que pudiese pedir. Deseaba engreírlo tanto como fuese posible. Toda su cuenta bancaria le pertenecía a él, a Bill Kaulitz.

— ¿Te subes a la batería o lo hacemos en el suelo, guapa?

Cuando su horario de trabajo acabó, tomó las llaves del auto y condujo hasta la universidad de Georg

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Cuando su horario de trabajo acabó, tomó las llaves del auto y condujo hasta la universidad de Georg. Ya era costumbre, recibía comida gratis y platicaba con su amigo. Nada mejor que eso. La universidad esa era de niños ricos, los papás de Georg pagaban tanto que el chico podía pedir tanta comida como quisiera en cafetería. Tom no sabia cocinar, así que en verdad era mejor que comer sopa instantánea y estar vicio con el call of duty.

Devil Eyes [Toll]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora