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─Hoy es un día especial, no dejes nada en el plato, Joonghyuk.
─Sería más fácil no dejar nada si esta comida no fuera hecha por ti.
─Aún así te comiste las albóndigas, ¿eso significa algo, Joonghyuk? ─Kim Dokja reposa su rostro en su palma, al otro lado de la mesa justo frente a mí.
─Nada, eso es.
─Aww, no quieres admitir que te ha gustado algo que he hecho yo.
Pone su cara tierna pero extraña, una que empezó a poner cuando comprendió que me molestaba al hacerla.
Kim Dokja es un tonto idiota, sus manos deberían estar lejos de cualquier cocina, lejos de cualquier alimento digerible por humanos, después de todo cualquier cosa le sabe a ceniza.
─Déjame tranquilo, ni siquiera tienes porqué estar aquí.
Así es, todo le sabe a ceniza, y el otro lado de la mesa se caracteriza por estar siempre vacío de platos y vasos.
─Sí tengo mis razones. Joooonghyuk~ ¿ya olvidaste que yo también tengo apetito de vez en cuando?
Excepto por una sola cosa.
En este mundo solo yo puedo mantenerlo saciado.
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Kim Dokja tiene una habitación especial para las extracciones, igual de antigua que el resto de la mansión, por supuesto, pero al menos la cama es más nueva, aunque fuera solo por unas décadas, y las sábanas yo mismo me he molestado en renovarlas cada año. La cama era la más cómoda de todas, por eso me recuesto sobre ella cada vez que tenemos una extracción y durante dos días después para la completa recuperación.
Cada vez que Kim Dokja tiene hambre suele ponerse ansioso y a ser más molesto e irritante, pero sufrir sus trastornos de personalidad valía la pena, más de lo que se podría pensar, las extracciones eran placenteras y me hacían sentir bien, mientras más hambre él tuviera, mejor se sentiría ser comido.
Lo descubrí con el tiempo, no era cosa mía, el propio efecto de Kim Dokja al comer le hacía algo malo a mi cerebro, supuse con los años que era un método para mantenerme pasivo y obediente mientras él se alimentaba de mí.
