El hombre tomó una botella que en cualquier otro caso, sería típica para vinos, pero con detalles extraños. Tenía una base que formaba una estrella de seis picos y era completamente de cristal negro. La destapó con el movimiento de un dedo y se sirvió una copa de sangre. Necesitaba recuperarse del susto que tuvo al sentir su presencia acercarse con rapidez.— Dejar al pobre de tu….— No tenía idea de lo que el humano era para ella.
Para no quedarse callado sólo por la falta de palabras, tomó un trago de su copa, quería simular como si realmente conociera la respuesta y se hubiera auto interrumpido a propósito.
— Guardaespaldas. — completo disgustada.
— Niñera, en el vestíbulo. Fue muy desconsiderado de tu parte, madre —. Su tono altanero y soberbio se le atoro en la garganta cuando ella deslizó sus dedos por el torso de la botella negra.
Estaban frente a frente. Pronto se dió cuenta de que ya no tenía sangre en su copa. Una escena vino a su mente avisandóle que en cualquier momento, ella lo agarraría de la garganta y le estrellaría la botella con la otra mano.
— Dime, por qué —, Su mirada era peligrosa y el ambiente alrededor de ambos se volvió asfixiante. —El lugar que fundé para que fuera un santuario para nosotros, es ahora un nido de ratas. —
Que su rostro terminara estrellándose con los cristales negros no le dolería, la humillación que ella le daría, sí. Pero si lo iba a regañar no iba a bajar la mirada, ni a poner excusas. Si su madre quería una respuesta la tendría sin que al gran Ben Amircall le temblara el pulso.
— Mis hijos. — La miró como si le gritara "Tus nietos". — Están a cargo. Ellos dirigen todo desde hace doscientos años, sobre todo ahora, que los humanos se han vuelto proveedores y socios principales.
— ¿Cómo lo permitiste?— acusó. —A tus hijos, controlar tanto en tan poco tiempo, de esta manera.
— Así como tú, también me canso de esto. Y con respecto a mis otras decisiones, no te debo explicación.
La mirada que se daban era agresiva. Él medía más que ella y aún así cada músculo de su cuerpo le gritaba que atacara o huyera.
— Sabes que podría interferir. — La amenaza era silenciosa.
— pero no lo harás. No puedes, ni debes.
Antaño ella lo hubiera puesto de rodillas con la mejilla raspando el piso. Pero ambos habían envejecido y entendieron que era mejor dejar la violencia, por la paz.
Su madre ladeo el rostro, expuso su cuello mientras veía la etiqueta del "vino". De joven él no hubiera dudado en intentar arrancarle la cabeza y, ella no hubiera dudado en dejarlo tirado en el suelo, sin poder levantarse hasta recobrar la conciencia.
— Por lo menos, no traen inocentes para llenar las reservas. — pasó los dedos por la etiqueta.
La voz de su madre le pareció lejana. Ben Amircall tuvo que tantear sus dedos con el pulgar, suprimiendo el impulso que se había vuelto la base de la relación entre ellos durante siglos: Intentar matarse mutuamente.
— No, aún.
Enora pudo ver que su hijo no le quitaba la vista del cuello. Cuando Ben Amircall volvió a ver los ojos de su madre, se vió sorprendido y miró la botella como si nada hubiera pasado.
Por los nervios le quitó el licor de sangre con brusquedad y se sirvió otra copa.
En otros tiempos, ambos habrían iniciado una pelea por semejante acto.
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Ella, La Que Viaja
Bilim Kurgu"Mientras se desean mutuamente. Todos esperan su caída. Y eso las ponía en ventaja." Una mujer milenaria, vaga por un continente sufriendo la desdicha de la inmortalidad. Ella carga con el peso de toda una era. Su compañera de vida, el amor de su v...