ᴅéᴄɪᴍᴏ ᴄᴜᴀʀᴛᴏ ➳ ❝ ᴄᴏɪɴᴄɪᴅɪʀ ❞

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Para Baek Arin nada fue sencillo desde que tenía pocos años de vida.

Estar en una familia disfuncional no era el mejor lugar para que una niña, inocente de todo mal, se criara. Ver a su padre ebrio golpear a su madre en cada oportunidad que tuviera, son cosas difíciles de olvidar, quedan grabadas en tu memoria.

Otras veces, en aquellas juntas que su padre tenía para beber en la propia casa, un compañero de trabajo intentó aprovecharse de ella, afortunadamente siendo descubierto por una amiga de su madre. Nunca se sintió querida, ni amada. Siempre le repetían que estorbaba, que era una inútil y a veces, recibía golpes por tan solo equivocarse en alguna tarea.

Cuando tenía tan solo ocho años de edad la obligaban a vender dulces y generar lástima, para que así le dieran mas dinero del solicitado. No contaban que uno de aquellos días, su madre sería descubierta por una asistente social que transcurría, viendo aquella dulce niña, con su ropa toda sucia y sus cabellos revueltos vender en la vía pública, cuando debería estar en la escuela.

Considerado una vulneración grave a sus derechos.

Arin fue derivada a un hogar de menores, sintiendo que sería su escapatoria de aquel infierno llamado casa. Pensó que todo sería mejor, que no sufriría más. Pero estaba muy lejos de la realidad.

Sufrió bullying intenso por parte de las demás niñas que residían ahí. Por las noches le lanzaban cosas, como también le rayaban su rostro.

—Ni las rayas mejoran tu rostro. Eres tan horrible, bruja Arin. — la niña mantenía sus ojos cerrados a pesar de que sentía como el crayón pasaba por su rostro, sintiendo como las ganas de lanzarse a llorar se intensificaban cada vez más, pero se negó a hacerlo frente a ellas. No mostraría debilidad. — ojalá murieras, eres un gran estorbo.

No entendía como siendo tan pequeña tenía tanto odio en su ser. Sabía que Solyi era la que mandaba dentro de ese lugar. Era cuatro años mayor y tenía muy claro que las demás debían hacer lo que ella pidiera, sino serían las siguientes en recibir algún castigo por parte de ella o el séquito que manipulaba o aún peor, ser de la lista de las excluidas, aquellas manospreciadas, en la que lamentablemente Arin era parte.

Aquella noche lloró de manera silenciosa hasta quedarse profundamente dormida, sabiendo que al siguiente día, sería igual o peor que el anterior. Estaba cansada de aquella vida, veía a niñas ser adoptadas y salir de aquel infierno, pero por ella aún nadie se interesabala hacía sentirse tan mal que ya iba perdiendo el interés en la vida.

¿Tan mala era? ¿Debía cambiar ciertos aspectos para que la gente notara que ella también existía? Eran preguntas que diariamente debatía en su mente. Cada día su ánimo decaía un poco más, ya no había ni siquiera una mísera sonrisa, como tampoco palabras hacia las superioras. Estaban acabando con el poco entusiasmo que le quedaba por salir de ahí y tener una familia que realmente la amara.

Una noche, cuando acababa de cumplir los diez, Solyi como cada noche, fue hasta su cama para molestarla, pero no contaba con que esta vez cruzara aún mas los límites.

—Un corte no te vendrá nada de mal. Tienes el cabello horrible. — sentía el sonido de las tijeras abrirse y cerrarse cerca de sus oídos. Se levantó viendo como mechones de su cabello estaban esparcidos en la cama.

—¿Q-qué haces? Detente. — pidió angustiada, notando como su larga cabellera ya no existiría más por el acto tan macabro que estaba realizando su compañera de habitación.

—¿Qué si no quiero? — acercó su rostro de manera intimidante. — ¿harás algo al respecto, bruja fea?

Apretó sus labios con fuerza y sintió una presión en el pecho. Las ganas de llorar aumentaron y en un acto de arrebato, de enojo, de frustración, tomó la mano de Solyi que aún tenía las tijeras y las acercó a su cuello.

One Shots >> J.JK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora