IX: ¡Dr. Carlisle Cullen Principal Sospechoso! [Parte 2]

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Encendí la radio, no podía evitar sentir que mi cuerpo temblaba al intentar sintonizar un canal. Dejé uno alternativo mientras manejaba hacia el lugar favorito de Charlie, The Carver. No sabía si era parte del gen Swan el terminar en ese mismo lugar, si necesitaba algo de bebida o comida para relajarme, o inconscientemente buscaba alguna sesión de terapia con Hank, lo descubriría al llegar.
A pesar de que me ofrecieron la mesa habitual de Charlie, decidí sentarme en la barra frente al televisor.

—      ¿Algo en especial? — preguntó Sarah, la camarera en turno.
Observé de nuevo el menú, no del todo convencida.
—      Lo que sea, algo ligero.
Ella asintió y caminó hacia la ventanilla que daba a la cocina. Sujetó con una pinza la comanda.

Estaba lo suficiente distraída como para perder la noción del tiempo hasta que la persona en el televisor tomó forma: Charlie de nuevo en las noticias.
—      Aunque Carlisle Cullen es considerado el principal sospechoso en este momento.
Los murmullos comenzaron a surgir cuando Hank apagó el televisor.
—      Aquí no vemos mucho las noticias. — mintió el dueño. Le sonreí, aliviada.
—      Gracias. — susurré, el asintió y siguió su ruta entre las mesas.

Mi vista siguió a Hank, hasta que algo más llamó mi atención. Un auto, un chico, un Cullen.
—      Debe ser una broma. — dije para mí misma.
No se que estaba pensando cuando salí del restaurante y caminé hacia el Volvo. Ni siquiera Edward tuvo tiempo de reaccionar cuando toqué su ventanilla.
—      Bonito día para venir aquí ¿no? —pregunté con ironía.
Se limitó a bajar el vidrio.
—      Sube.
—      ¿Disculpa? — escuché como quitó los seguros de manera automática.
—      Sube al auto.
—      ¿A eso viniste hasta acá? — pregunté genuinamente sorprendida.
Podía seguir en la misma postura, pero la gente comenzó a prestar atención a los hijos de los personajes de Forks que acaparaban los medios los últimos días. Charlie me mataría por mi siguiente movimiento.
—      Un minuto. — cedí y rodeé el auto. No sabía que pensar cuando Edward salió y me abrió la puerta.

Ambos estábamos dentro de su auto, con la mirada al frente, encerrados en una atmosfera incómoda.
—      Tienen que parar todo esto. — dijo finalmente.
—      Nosotros no iniciamos nada.
—      Los periódicos dicen otra cosa.
—      Yo no fui quien te llamó privilegiado y mentiroso.
Este suspiró resignado, y asintió lentamente.
—      Si tu... padre, si hubieran encerrado a Charlie siendo inocente.
—      No se ha comprobado su inocencia. — murmuré incomoda.
—      Carlisle no hizo nada. — respondió apretando la mandíbula.
—      Tu no estuviste ahí.
—      Al parecer tu tampoco, si no logras recordar nada.
—      Aparentemente tu sí. — dije a la defensiva.
No dijo nada. Sentí como si me hubieran sacado parte del aire, necesitaba salir de ahí. Tomé la manija de su auto cuando le puso seguro.
—      Abre la puerta. — dije sin inmutarme.
—      Escucha...
—      La puerta, —sentía mi corazón en mi garganta latiendo a toda velocidad. — ¡Abre la puerta o te juro que romperé este vidrio!
El nerviosismo me había ganado por completo. Vi como tensó más su mandíbula y podría jurar que ese gesto de asco volvía a su rostro, maldijo por lo bajo antes de ceder. Vi una ultima vez sus ojos negros antes de bajarme, desesperada. Caminé apresurada hacia la entrada, ignoré la mirada preocupada de Hank, a mis espaldas escuché como se iba a toda velocidad.

Nadie se atrevió a siquiera pestañar cuando volví a mi asiento, donde ya esperaba la comida. Agradecí mentalmente cuando Sarah acercó a taza con té caliente, para los nervios. No despegué la vista del plato por los próximos diez minutos, asimilando lo que acababa de pasar, y lo dramático que podría volverse Forks.

—      ¿Qué demonios, Bella? — siseó Charlie al llegar ambos a casa. — No puedo alejarme dos minutos porque ya te estas montando una escena con ese chico Cullen.
Colocó sobre el recibidor las sobras del restaurante. El lo pidió para llevar, y guardo lo mío, porque no pude siquiera comenzarlo. Mi mente seguía en un trance extraño.
Lo seguí hasta la cocina. Seguía con moviendo exageradamente sus brazos mientras continuaba enlistando razones por las cuales mis acciones podían empeorar la situación en la que estábamos envueltos, su cara comenzaba a tornarse algo roja.
—      ¡Te subiste a su maldito auto, Bella! ¡Todos lo vieron!   
El torpe agarre de Charlie hizo que el vaso cayera, quebrándose.

Me sujeté el cabello antes de dejarme caer sobre la cama. Me quejé al sentir mi cuerpo aún magullado.
—      Las pastillas. — maldije por lo bajo.
El efecto había terminado hace una hora, miré de mala gana hacia el pequeño escritorio junto a la ventana. Allí reposaban los frascos y el vaso que había dejado esa misma mañana. A regañadientes las tomé, y aún con ellas en mi mano miré hacia la ventana, agotada.
Sentí mi brazo entumecerse, una descarga fría me recorrió el cuerpo cuando lo vi. Una silueta a lo lejos de la calle poco iluminada, casi podía asegurar que estaba viendo mi casa, viendo hacia mi ventana.
Dejé el vaso y las pastillas sobre el mueble, temblorosa y cerré rápido las cortinas.
¿Edward?

Charlie no me cuestionó cuando me vio aun en pijama en el desayuno. Y por las ojeras moradas con las que había amanecido asumió que no había tenido una buena noche. Después de los altercados del día anterior no pensaba compartir la mesa de laboratorio con Edward Cullen. El hecho de quedarme toda la mañana sola no era de gran consuelo, pero podía arreglármelas. De seguro Charlie estaría tranquilo de pensar que no podía causarle más dramas y problemas desde la comodidad de la casa.

La conversación que surgía desde el primer piso me despertó; me sorprendí al ver la hora al prender el celular, había dormido por lo menos ocho horas finalmente. Un par de mensajes de Phil, seguramente mandados a ordenes de Renée, no dudaba que ella le hubiera obligado incluso a escribir.

¿Cómo sigues, Bella?
Renée pregunta porque Charlie no responde sus llamadas.
La oferta del vuelo aún sigue vigente.

Apagué de nuevo el celular, y decidí finalmente levantarme. Aún en pijamas solo me puse un suéter que me llegaba a las rodillas.

—      ¡Bella! — saludó Jacob desde la sala.
Sonreí, Billy y Charlie detuvieron su conversación por unos segundos, antes de retomarla cuando me acerqué a Jake.
—      Hey. — le devolví el saludo, ocupé el lugar a su lado. Me reí cuando no pudo evitar disimular su mueca con los algunos rasguños que seguían ahí, terminando de cicatrizar.
—      Te ves...
—      Derrotada. — lo interrumpí.
—      Ruda. — mintió. — Te sienta bien.
—      Procuraré que me pase más seguido.

—      ¿Cómo te has sentido? — preguntó un poco incómodo.
Habíamos salido al porche cuando Charlie y Billy reclamaron la sala.
—      Aún tengo algunas... lagunas — me sinceré. — Ya ni siquiera estoy segura de fue real. Ya ni estoy segura si lo de Edward realmente pasó.
—      ¿Edward?
—      ¿No te contó Billy? — pregunté, a lo que él negó. — Juraría que Charlie ya se había quejado con él.
—      Soy todo oídos. — canturreó, ambos estábamos sentados en las escaleras del pórtico.
—      Ocurrió un... altercado, si es que eso se puede llamar así. — le resté importancia. — Las cosas han estado algo tensas desde lo del Dr. Cullen.
—      Puedo llegar a imaginar un par de cosas.
—      Creó que ni Charlie ni yo imaginamos que su familia podría llegar a... acercarse.
—      ¿A qué te refieres? —preguntó, comenzando a tensarse.
—      Bueno, uno de sus hijos, Edward. Decidió que era buena idea echarme en cara un par de cosas y comportarse algo... raro. Debo admitirlo, me sentí un poco hostigada. — confesé viendo al suelo, solté el aire. — No sé si debería hacerle caso a Renée y volver con ellos.

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