XXXIV: ¿El Final?

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-Bella POV-

Me envolví con más fuerza en la delgada manta, buscando refugio contra el persistente frío de la habitación. Mis ojos se abrieron de golpe al notar que la chimenea se había apagado, había sido él, Jasper. La luz de la luna lo envolvía, destacando su pálida piel mientras se sentaba en el borde de la cama, con la camisa de su uniforme entreabierta.
— Ya no puedo más.
— ¿Qué quieres decir con eso? — pregunté, aclarando mi garganta mientras me incorporaba en la cama. Esta sería la noche, entonces.
— ¿Jasper...?
— Necesito verla, ella lo convencerá.
¿Ella?
Un malestar se apoderó de mi estómago. Observé los rincones oscuros de la habitación, ¿había alguien más presente que yo no había notado?
— Debo ir con ellos, si tan solo pudiera... si tan solo no me ocurriera nada en cuanto pise su territorio.
— ¿De qué estás hablando? — pregunté, cada vez más confundida. ¿Estaba siquiera hablando conmigo?
— Me están persiguiendo... sé que me están vigilando, entre los árboles... en el bosque.
Una chispa de esperanza se encendió en mí. Seguían buscándome...
Me acerqué lentamente a él, colocando una mano en su hombro. Pareció sorprenderse al verme tan cerca, estableciendo contacto físico.
— Bella, no quiero... — dijo, con lágrimas en los ojos. Un abismo se abrió en mi interior, todo se derrumbó a mi alrededor — No quiero, pero debo eliminarlo, o revelará todo.
Mi mano temblaba sobre él.
— ¿A quién? — pregunté con un nudo en la garganta. No quería saber la respuesta, no quería escuchar su nombre.
— Esto me pasa por encariñarme con los humanos. — susurró.
¿Qué se suponía que debía hacer? Estaba perdiendo el juicio, lastimaría a alguien... A cualquiera que siguiera sus pasos, le resultaría más fácil eliminar a alguien como yo que a cualquiera que comenzara a sospechar de su vida en Forks. Parecía leer mis pensamientos, porque me miró de una manera diferente... una mirada que me inquietaba profundamente.
Su postura cambió por completo, volviendo a esa faceta extraña que me intimidaba en los primeros días. Me sentía como una presa acorralada, mientras él se aproximaba lentamente, planeando su próximo movimiento.
Retiré la mano de su hombro, manteniendo el contacto visual, aunque cada vez me resultaba más difícil. Su mano se movió lentamente hacia mi rostro, acariciándolo; su toque me quemaba.
— Sabes que nunca te haría daño, ¿verdad?
Asentí, esbozó una sonrisa antes de levantarse y salir de la habitación sin decir nada más. Agarré la manta con fuerza, sintiéndome desnuda, insegura, frágil. Cerré los ojos, rezando para que el día siguiente llegara pronto, aunque sabía que eso no cambiaría la situación en la que me había metido.

Pensé que no había dormido, que solo había cerrado los ojos por unos instantes, manteniéndome alerta por él. Me levanté de golpe, aún envuelta en la manta, sudando. ¿Había escuchado un grito desgarrador o era parte de mi pesadilla? Miré rápidamente alrededor de la habitación, pero él ya no estaba allí.
Salí de la cama, aterrada, avanzando hacia la puerta. Extendí mi mano temblorosa hacia el pomo, deteniéndome a medio camino.
¿Y si todo era una trampa? ¡Estás caminando hacia tu propia tumba, idiota!
Respiré hondo, reuniendo coraje. El crujido de la puerta resonó, iluminando el oscuro pasillo.
— ¿J-Jasper?
No sabía qué me asustaba más en ese momento, si recibir respuesta o no. Aclaré mi garganta.
— ¿Jasper?
Silencio. Bajé hacia el primer piso, aferrándome al barandal; los escalones crujían con cada paso. Casi al llegar al último escalón, distinguí su figura iluminada por el fuego de la chimenea, que esta vez sí estaba encendida. Algo ardía entre las llamas, un par de hojas siendo consumidas. Traté de enfocar mejor la vista, parecían ser documentos similares a los que Charlie acumulaba en casa.
— ¿Qué es eso?
Él ni siquiera se molestó en voltear a verme.
— Ya no los necesitará.
Terminé de bajar las escaleras cuando un grito hizo eco en la habitación. Era un grito de una mujer. Volteé hacia donde provenía, la puerta bajo llave que daba al sótano. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, mis palmas comenzaron a sudar. Cuando volví la mirada hacia él, me observaba seriamente, dejando el vaso de whisky sobre la mesa.
Me quedé paralizada, incapaz de moverme.
— Te acompañaré a la cama. — dijo sin más, como si nada hubiera pasado.
Se acercó a mí con paso tranquilo, y fue entonces cuando notó que todo mi cuerpo temblaba.
— Hace... frío. — me excusé antes de que él preguntara.
Él asintió, y con un ligero toque en mi espalda baja, me instó a subir las escaleras. Otro grito resonó, pero esta vez me mantuve en silencio mientras subía escalón tras escalón. No podía. Una vez en la fría habitación, Jasper cerró la puerta tras de sí, me sentí incómoda, observada. Me dirigí hacia la cama y me senté en el borde, fingiendo indiferencia.
— ¿V-Vienes?
Me observó, y tras unos eternos segundos, respondió:
— Debo bajar.
— Por... — tragué en seco casi suplicándole continué — Por favor, no creo poder dormir...sola esta noche. — mi mandíbula temblaba.
Quien quiera que estuviera abajo, me debía una por postergar su posible tormento. Tal vez se trataba de mi reemplazo, tal vez era mi final. Tal vez acababa de invitar a mi asesino a matarme en esta habitación, tratando de salvarme. Era mi última oportunidad de engañarlo, de convencerlo de que aún era útil.
Él suspiró resignado y asintió, provocándome un fugaz alivio. Se dirigió hacia la cama, acomodándose al otro lado. Hice lo mismo, casi al mismo tiempo y en sincronía, mirando el techo. Lamenté lo que estaba a punto de hacer. Me giré hacia él, y él hizo lo mismo, quedando frente a frente, en una posición vulnerable.
— Abrázame. — susurré.
Sentí la urgencia de llorar cuando su cuerpo se acercó al mío, envolviéndome con sus brazos fríos y firmes. Cerré los ojos, decidida a no dormir durante el resto de la noche, una noche interminable.
— Estás helado. — comenté contra su pecho.
— Es normal... en mi especie. — murmuró.
Apoyó su barbilla en mi frente. Ojalá pudiera calmar mi corazón que latía desbocado.

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