05. Persecución

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05. Persecución

Diana Leone

—Dame una calada —pidió mi padre, quitándome el cigarro de la mano. Lo miré mal, mientras él inhalaba el humo y me lo devolvía—. Es que no me queda tabaco, tengo que ir a comprar.

Le rodé los ojos, volviendo a llevarme el cigarro a la boca.

—Creo que voy a suspender historia —le dije—. Y química, física e inglés. Probablemente literatura también.

—Qué perdedora —se burló, yo le saqué el dedo del medio.

—Me voy o llegaré tarde a clase y Anna me matará si la dejo sola.

—¿Cómo está Anna, por cierto?

Me detuve, mirándolo con extrañeza. Luego, lo señalé con el dedo.

—No te folles a mi amiga, papá.

—No me voy a follar a nadie, solo preguntaba porque me intereso por ti y tu vida.

—Ya —le entrecerré los ojos—. Ella está bien. Y se mantendrá lejos de ti.

—¡No me la voy a follar! —exclamó, pero yo ya estaba saliendo de casa.

Viejo verde.

Bueno, a papá no podía llamarlo "viejo verde" puesto que sólo tenía 34 años. El bastardo decidió tener una hija muy joven.

Perdí el autobús, así que tuve que caminar hasta el instituto a toda prisa. Y, por supuesto, llegué tarde.

Me sorprendió no ser la única en llegar con veintidós minutos de retraso. Pero me sorprendió más ver quién era la otra persona que llegó a esa hora.

—No pensé que los robots pudieran llegar tarde a los sitios —me burlé.

Marco Ricci se giró a mirarme, alzándome una ceja.

—¿No deberías estar en clase?

—¿No deberías estar tú también en clase?

De repente, pareció avergonzado. ¡Otra emoción! Poco a poco estaba desmecanizando los sentimientos del Capitano.

—Me quedé dormido.

Una carcajada brotó de mis labios, sin poder evitarlo. Qué tierno.

—Ya, normalmente no es recomendable salir de fiesta un domingo si no estás acostumbrado.

—¿Cómo lo haces tú? Bailar hasta las tantas y luego despertarte a las siete de la mañana.

Me encogí de hombros, manteniendo mi sonrisa divertida.

—Es un don —luego, reí—. Y, por si no te has dado cuenta, suelo llegar tarde la mayoría de los días.

—¿Crees que nos dejen entrar en clase? —señaló el instituto con la cabeza.

Miré la hora en mi teléfono, notando que habían pasado ya veintisiete minutos desde que las clases comenzaron. Resoplé.

—Puedes intentarlo, a ti quizá sí te dejen entrar. No pareces el típico que llega tarde.

—Es la primera vez que llego tarde en toda mi vida.

Mis ojos se abrieron ampliamente, al mismo tiempo que mis cejas se alzaron hasta casi la línea de mi cabello. ¿Es coña, verdad?

—Debes estar de broma —cuando no dijo nada, mi sorpresa aumentó—. Entonces supongo que tampoco has hecho nunca novillos. Ya sabes, saltarte un día de clase.

Velocità (Mafia Italiana #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora