18. El rosa combina con todo

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18. El rosa combina con todo

Diana Leone

—Dices que yo soy un caos, pero tu familia no se salva —comenté, entrando a casa de Marco una vez la cena hubo acabado—. Son un descontrol. Davina y Matteo peleando, Massimo riéndose de su hermano, Adonis sobreprotegiendo a Lía y ella mandándolo a la mierda, Roxy y Matteo peleando. ¿Por qué Matteo siempre se está peleando? —reí, dejándome caer al sofá— ¡Y los niños! Santa mierda. Nino no para quieto y Alessandro le sigue el juego todo el tiempo. ¿Y Trixie? Esa niña es un pequeño demonio —resoplé—. Tú y yo no vamos a tener hijos, cariño. 

—Hecho —rió él también, dejándose caer a mi lado. 

Me recosté, apoyando mi cabeza en su regazo. Mi chico no tardó en juguetear con mi pelo, dándome caricias relajantes. 

—¿Quieres tener hijos? —pregunté en un susurro, elevando la mano para quitarle un mechón rebelde de la cara— Nunca me había parado a pensar si yo quería tenerlos, supongo que soy demasiado caótica para tener una familia. 

—En un futuro, quizá. Tenemos tiempo, caos —dejó un beso sobre mi frente—. Y, sí, contigo presente nuestra familia será hermosamente caótica. 

Hice un pequeño puchero, con la sonrisa tirando de la comisura de mis labios. 

—Eres tan dulce, Marco. 

Me alcé un poco, para poder juntar nuestros labios en un beso largo. Marco me hizo recostarme de nuevo en sus piernas, mientras que él se agachaba y se cernía sobre mí para poder besarme mejor. 

Sus manos se agarraron a mi cintura y nos separamos con la respiración agitada. 

—¿Vamos a la habitación?

Sí, por favor. 

Es virgen, Diana.

—No, espera, no quiero que te sientas presionado. 

Sin embargo, él no me dejó hablar más. Me cargó en brazos, haciéndome soltar un chillido y luego reír. 

—Me preocupa que te pongas a hacer sentadillas —dije, agarrándome a su fuerte bíceps. 

Mi chico rió entre dientes, haciendo el ejercicio y haciéndome gritar entre asustada y divertida. 

—Oh, vamos, no voy a dejarte caer —me rodó los ojos, ya caminando normal hasta el cuarto.

—No sé que responderte a eso, eres un sádico. 

—¿Sádico yo? —alzó las cejas.

—Sí, tú. Solo hay que ver como me torturas en el gimnasio. No lo dejo porque me gusta verte entrenar, es sexy.

Se sonrojó, poniendo los ojos en blanco con una mueca divertida. Entramos a su cuarto y me dejó caer en la cama. Se quitó la camiseta por la cabeza, mientras que yo estiraba un dedo para pasarlo por sus cuadraditos.

—Me encanta que estés tan en forma —murmuré. Me levanté, quitándome yo la ropa y lo hice sentarse sobre la cama. Me subí a horcajadas sobre él, juntando nuestros labios—. ¿Estás seguro de esto? Yo puedo esperar, ¿eh? Estoy bien contigo así, no hace falta follar. 

Él rió entre dientes.

—Estoy seguro, caos. Quiero esto. 

—¿Pero no ha sido por presión mía, verdad? A veces presiono a la gente sin darme cuenta, y no quiero presionarte a ti. 

Me besó, callándome, y sus manos volaron a mi trasero solo cubierto por mi ropa interior mientras se echaba para atrás y se quedaba tumbado, con mis extremidades a sus lados. Le echó un vistazo a mis bragas, subiendo por todo mi cuerpo y soltó una risa. 

Velocità (Mafia Italiana #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora