Capítulo 1

940 43 45
                                    


Empecé a abrir los ojos muy despacio. Sentía una respiración muy cerca de mi cara y algo me estaba apretando el torso.

Enfoqué un poco más la vista y vi unos ojos brillantes enfrente de mi cara.

-¡AHHHHH!

Me incorporé muy rápido pero algo tiró de mi abdomen dejándome sin aire. Genial. Lo ha vuelto a hacer.

-¿Pero qué narices? Rosa por favor. Desátame.

-hmmm. Nah. Para lo nenaza y cobarde que eres no te vendrá mal primero salirte de mi agarre.

Pese a estar a oscuras y sólo ver sus ojos apuesto a que estaba haciendo una sonrisa burlesca. Ella y sus raras costumbres.

Suspiré. Quiero mucho a Rosa, mi Floragato. Pero ella es tan... Irritante a veces...

¿Cuándo empezó a ser así?

Me hice esa pregunta a mí mismo. Obviamente no recibí respuesta.

Llevo conociendo a Rosa siete años. Desde que tenía quince. Ella era una Sprigatito que adopté. No me dijeron su origen pero era demasiado asustadiza y tenía muchísimas cicatrices por todo su cuerpo. Ella es una pokemon variocolor cosa que me sorprendió mucho. Me pregunté una y otra vez por qué me daban un pokemon tan raro. Sí mal no recuerdo 1 de cada 5000 pokemon son así. Ya ver a uno es como sí te tocara la lotería pues tener uno es como un milagro.

Al llegar a casa estaba aterrada, me siseaba, arañaba y se escondía sin moverse nada. Logré ganarme su confianza lentamente resistiendo los arañazos que me daba y demostrándole que era fuerte y que no debía temer nada.

A veces cuando se ponía revoltosa la levantaba y la hacía estar conmigo, eso la calmaba muchísimo.

Meses después de que la adoptara ya me ronroneaba y me acicalaba. A veces incluso desprendía un agradable aroma.

Empecé a relajarme y ya no le mostraba tanta autoridad, confiaba en que supiese que la cuidaría siempre.

Sin embargo cuando cumplió su primer año empezó a cambiar.

Comenzó siendo más traviesa. Me tiraba las cosas sólo cuando miraba, me despertaba de noche mordiéndome la mano sin hacer heridas, se comía mi comida como me descuidase...

Pensé que era lo que hacía un Sprigatito normal. A lo mejor quería más atención y era su forma de pedirlo.

Intenté pasar más tiempo con ella ya sea jugando o comiendo o cualquier cosa en general. Pero nada funcionaba. Parecía que quería que me enfadase con ella.

Una vez se orinó en el lavaplatos. Fue la primera vez que me enfadé. Le grité fuertemente y la agarré de los pliegues del cuello y le di un azote no muy fuerte en el trasero para indicarle que lo hizo mal. Me acuerdo que me miró con una cara indescriptible y hasta me pareció ver que se sonrojó. No hizo nada más en todo el día.

Lentamente su conducta fue empeorando más y más. Se volvió muy destructiva con todo y muy celosa. Intentaba atacar a todo aquel que se acercase a mí. Era todo muy raro.

Cuando cumplió dos años decidí comprarle un collar traductor de los que creó el profesor Cinio hace años. Me costó un ojo de la cara y pensé que me iba a ayudar a ver sí podíamos llegar a un punto medio Rosa y yo.

Cuando se lo puse vi que tenía una voz dulce pero parecía agresiva. Y Solamente me mangoneaba y se reía de algunos de mis miedos. Y es cierto. Soy algo miedoso. Me da miedo la oscuridad y muchas veces tengo pesadillas.

El placer de la iraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora