Prólogo

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Dos años atrás

Hoy es el día, es un buen día.

El cielo gris, pronto la lluvia caerá, el viento fresco acaricia mi rostro, camino con calma hacia la playa, justo a la zona más apartada y peligrosa.

Conforme avanzo el viento golpea con más fuerza, el sonido de las olas rompiendo en las rocas invade el lugar, el olor salado tan propio del lugar, quizás nunca encuentren mi cuerpo, aunque no es algo que importe, no tengo familia, no tengo a nadie, lo que una vez tuve me fue arrebatado.

-Lo siento Odasaku, no pude cumplir mi promesa…

Observo por última vez el cielo, por fin llegue al punto desde donde me lanzare con brazos abiertos al mar.

-Pero aún no encuentro ese motivo para desear aferrarme a esta vida – sonrió – pero sabes algo, he salvado a un huérfano, le di un lugar al cual pertenecer… - recuerdo brevemente su sonrisa, la de mi único amigo – siempre te lo dije, ¿no?; no vale la pena perseguir algo si con ello alargas una vida de sufrimiento y aún no comprendo tus palabras.

Estoy por dar mi último paso, para ceder, para caer directo al mar.

Una última vista al mar y a las rocas en las que caeré.

-¿Qué es eso? – me extraño, ahí debajo, justo donde planeo caer, se observa un punto rojizo - es una persona…

Niego, pero vuelvo a analizar la imagen bajo de mí, sin duda es una persona.

-Dime Odasaku, ¿tu planeaste esto?

Suelto una risa, tal parece que hoy no moriré, quizás mañana vuelva entonces.

Retrocedo, bajo la pendiente en la que estoy, no hay nadie más alrededor, algo obvio con una tormenta tan próxima.

Llego al lugar, las piedras son resbaladizas, protegen el cuerpo, con cuidado llego hasta ella, es hermoso, nadie es tan hermoso, el cabello tiene un tono único como un atardecer, su espalda tan sensual, ¿como puede ser sensual una espalda?

-Oye… - le hablo, pero no responde, ¿será un suicidio? – ahhh que lastima pudimos habernos suicidado juntos…

No me lo pienso más, me meto al agua, esta fría, pero igual me iba a mojar, le aparto el cabello de la frente, respira, aún vive, y lo dicho es hermosa como un ángel; aunque al voltearle para escuchar mejor me doy cuenta de mi error no es hermosa, es hermoso, es un hombre.

-No, no es un hombre – observo las escamas que cubren parte de su piel – no puede ser… Osamu Dazai por fin enloqueciste…

Jalo más el cuerpo para sacarlo del agua, y casi caigo por el peso sumado a la impresión, una cola, es una sirena, no hay duda, de niño escuche leyendas, lo normal viviendo en una ciudad portuaria.

-Eres perfecto…

Mi mente revoluciona, esto es grave, está herido, pero vive, ¿como diablos ayudare a una sirena?

No puedo llevarlo al médico, pero tampoco quiero dejarlo morir.

Con el esfuerzo de mi vida lo saco del agua, aprecio las laceraciones en su cola, en su cuerpo; lo arrastro hasta un lugar más plano y lejos del agua, froto su pecho con cuidado intentando realizar un masaje para reanimarlo.

-Ngh – gime un poco.

-Vamos despierta – por primera vez no sé qué hacer.

Se estremece, su cuerpo tiembla ligeramente, su cola, va tomando forma, cambia, unas piernas bien torneadas están en su lugar.

-Ayuda – jadea, su voz me provoca un escalofrío – humano…

-Dazai – le respondo – Osamu Dazai, ese es mi nombre – lo observo, le ayudo a incorporarse, está desnudo, pero no le importa.

Me quito la gabardina y la coloco sobre su cuerpo, vaya es más pequeño que yo, pero más pesado o quizás solo era la cola.

Sus ojos me observan, me pierdo en ellos, tan azules como el mar mismo.

-Chuuya…

Llanto de sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora