Seis

143 11 6
                                    

Los meses seguidos a tu perdida han sido una tortura, el saber que nunca confiaste en mi aún me duele, pero no puedo evitarlo, lo hecho, hecho esta; la soledad, el dolor, la apatía, son la constante en mi vida. Primero perdí a mi mejor amigo, quizás el único que he tenido, el único que realmente me conoció y acepto tal cual soy.

Después conocí la luz, la verdadera felicidad, tú me llenaste…

Te perdí también, regrese a la oscuridad, un dolor inmenso se arraigo en mi alma, siendo imposible superarlo, nuevas marcas adornan mi piel, lo siento, no puedo más, le he fallado a Odasaku y te falle a ti Chuuya.

Lo cierto es que ya no lo soporto más, después de mi traición falte al trabajo al menos por dos meses, encerrándome en mi mismo, en el que fue nuestro hogar probando nuevos métodos de suicidio, lo cierto es que todos fallaron, al parecer tengo demasiada resistencia a los medicamentos y a cualquier droga. Lo que para cualquier persona seria fatal al parecer no es suficiente para mí, deje de alimentarme, apenas y dormía, simplemente no podía hacerlo porque la culpa no me lo permitía, si tan solo hubiese previsto todo, aún estaríamos juntos; yo no te habría traicionado como tuve que.

Así que si ahora me odias lo merezco, que así sea…

Tu odio hacia mi persona sirvió para salvarte, para que no te encerraran, para que no te utilizaran.

Por lo que ahora, de nuevo me encuentro frente al mar, un violento mar, como él del día en el que te conocí, igual al del momento en que te traicioné; sin embargo, el motivo para estar en este mismo lugar que ha significado grandes cambios en mi vida es el mismo que fue al principio de nuestra historia.

Cierro los ojos un momento disfrutando por última vez la brisa marina en mi rostro.

Abro lentamente mis ojos, admiro la postal frente a mí, dispuesto a dejarme caer observo como la violencia del mar golpea las rocas, y ahí lo noto; de nuevo, el destino empeñado en impedir mi suicidio.

¿Un regalo del mar?

Y vamos de nuevo, bajo de mi sitio predilecto para suicidio interrumpido por el mar, corro a ver lo que arrastraron las olas, dentro de mi pecho surge la esperanza de que sea un mensaje, una señal de que Chuuya está bien, de que lo logró, incluso si es una confirmación de odio no me importa siempre y cuando él esté bien.

Al llegar al lugar no me lo pienso, avanzo con cuidado de no caer, llegando a la pequeña cesta, una que parece hecha por algún tipo de planta, frunzo el ceño, ¿Qué podría venir ahí?; al levantarla lo noto, me sorprendo como nunca antes, ni cuando encontré a Chuuya me sorprendí tanto, pero ahora esto es algo que no creí jamás, un bebé dentro de la cesta húmeda, no cualquier bebé, un pequeño bebé con cola de sirena.

Oh cielos, es tan pequeño, no tengo mucha experiencia, pero creo que apenas lleva unos días de nacido, está dormido, en su cabecita apenas y se alcanza a ver una pequeña pelusa de cabello oscuro.

-Un pequeño pececito – canturreo, él pequeño se mueve – la bella durmiente está despertando –observo al mar en busca de una madre, no hay nada – vamos, dame una pista – el pequeño frunce el ceño haciendo pucheros, lo muevo buscando entre las capas de algas que simulan una manta buscando una pista de su origen.

Encuentro algo, se siente frio, pequeño y delicado.

-¿Qué tenemos aquí? – lo saco, es un delicado dije con collar – Sonoko Nakahara…

Nakahara, no puede ser, ¿Qué es esto?, el destino cobrando mis errores.

-Chuuya me has olvidado – murmuro dolido, abre los ojos, un azul intenso me observa – pero, tu jamás abandonarías a un hijo – el bebé me sonríe.

Llanto de sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora