“Al final, el querer no tiene que ver tanto con el que quiere, sino con lo que hace sentir en el que es querido”
Al cruzar el jardín, Javier Ruescas.Aquella ocasión, un encuentro fortuito, una jugada del destino me permitió conocerte Chuuya…
Ahora en el silencio, en esta soledad, no se si volverás, para amarte y esperar, si pudiera ser verdad no habría oscuridad, pero me recuerdo que lo hice por ti, porque confió que estas bien, eres fuerte lo sé, entre los dos el de mayor fortaleza siempre fuiste tú, lo único que pude darte es intentar salvarte; así que me permito recordar una vez más.
Dos años atrás
-Muy bien Chuuya, eres una sirena – el asiente con obviedad – y estas herido así que, no queda de otra más que pedir ayuda.
Frunce el ceño.
Va a replicar, puedo adivinarlo.
-Eres idiota caballa…
- Lo más probable es que sea más listo que tu petit – sonrió, me le acerco y lo cargo, recibo un par de golpes de su parte – oye calma, estoy tratando de hacer algo amable por ti ya que interrumpiste mis planes.
Bufa, pero se calma, se da cuenta que soy su única opción.
-¿Puedo confiar en ti? – sus ojos, esos ojos me observan hasta lo más profundo de mi alma.
-Quizás no soy la mejor persona, pero si puedes confiar en la palabra de un suicida – sonrió – y yo soy un suicida, además puedes confiarme tu vida las veces que quieras.
Llegue a mi auto, porque si, había llegado en auto confiando en que quizás muriese antes por algún accidente de tránsito, ya que soy pésimo conductor.
Lo acomode en el auto su herida seguía sangrando, aunque menos, de hecho, se veía un poco más pequeña.
-Muy bien será mejor que ajustemos el cinturón – se lo coloco – y sujétate, debo decir que soy un poco malo en la conducción…
-¿Eh? – parpadea confundido, me coloco detrás del volante y arranco.
Mi conducción como siempre es un caos, tomo mi celular y marco un número algo conocido, es la única en la que puedo confiar, el pequeño sirenito maldice una y otra vez.
-Yosano necesito un favor, es ultra secreto y de vida o muerte – la mujer al otro lado de la línea me maldice, alega que por fin se esta cumpliendo mi deseo – Yosano ven a mi departamento, alguien esta muy herido y podría morir, no, no puedo llevarlo al hospital, te lo pagare…
Me cuelga, estoy satisfecho, sé que irá.
Llegamos a mi hogar, de nuevo lo cargo.
-Joder, ¿Qué eres? – observa mi departamento, y si es un desastre - ¿un vagabundo?
-Soy un agente de la Agencia Armada de Detectives – sonrió, lo llevo directo a mi habitación que es lo único decente – un suicida – lo dejo en la cama.
-En buenas manos vine a quedar – suspira – Ane-san esto no era parte del plan…
Tarareo un poco, voy a la cocina a preparar un té, en lo que llega Yosano, esto es una locura, las sirenas existen, tengo a una en mi cama, despeino aún más mi cabello con las manos.
Estoy sirviendo el té, el toque de la puerta me interrumpe, de inmediato abro.
-Yosano….
-Ahora, ¿Qué hiciste? – me empuja e ingresa.
Me examina con la vista, enarca una ceja.
-Oh, no soy yo, no estoy herido… tampoco me he intentado suicidar, bueno en eso estaba, pero – analizo como decirlo, si los suelto sin más creerá que estoy loco – encontré a un joven herido en la playa.
Frunce el ceño, no digo más, solo la guío a la habitación.
-Chuuya…
El pelirrojo se sienta, mi gabardina cede y deja al descubierto su desnudez, su herida es aún más pequeña.
-Bastardo…
-Es doctora y de suma confianza.
Deduzco que el insulto fue porque debo esconder su secreto.
-Dazai, puedes explicar, ¿Por qué se encuentra desnudo? – ella se acerca a examinar las lesiones.
-Así lo encontré – decido no explicar más.
Ya que Chuuya no dice nada, ella se dedica a limpiar las heridas, las menores solo las desinfecta, pero la del abdomen casi llegando a la cadera es más profunda.
-Necesita sutura.
-Hágalo – responde con firmeza – puedo soportarlo.
Sus ojos azules son impasibles.
-De acuerdo – sonríe, después de todo esta mujer es una sádica, busca lo que ocupara y comienza.
No se queja, no se mueve, es firme.
-Muy bien mi trabajo termino, te recetare unos analgésicos y antibióticos, ¿alergias? – el pelirrojo negó – bien, en una semana te retirare la sutura.
-Gracias, doctora, Dazai – y me sonrió, su primera sonrisa hacia mí.
Creo a partir de ese momento me enamore, no solo de su físico, sino de la bella sonrisa que ilumino mi alma, un cegador punto de luz en medio de la oscuridad.
De nuevo nos quedamos solos, en silencio, un silencio acogedor, no puedo apartar mi mirada de él.
-El veneno impide que sane con la rapidez usual – me confiesa, ¿veneno?, me sorprendo.
-Debías decir que estas envenenado….
-Descuida no moriré por eso – sus manos las entrelaza sobre su abdomen – solo ralentiza mi curación, además ustedes los humanos no tienen antídotos para nuestros venenos.
-¿Nuestros? – me sorprendo un poco – hay más de ustedes.
-Por supuesto, creo que incluso somos más antiguos que ustedes.
Sonríe, esta vez lo hace con superioridad, una bella sonrisa torcida.
-De acuerdo – canturreo - ¿las leyendas son ciertas? – asiente - ¿Qué edad tienes?
-Intenta adivinar, Osamu – mi nombre en sus labios es tan distinto, tan indigno.
-Veinte a lo mucho, con tu tamaño es difícil – me burlo un poco.
-Imbécil – masculla – tengo veintidós desde hace unos cien años – mi rostro muestra estupefacción, suelta una carcajada.
-Oh, pero si Chuuya es un anciano – me burlo, sonrió.
Me avienta la lampara que esta en el mueble al lado de la cama, mis reflejos son rápidos, lo esquivo.
-Chuuya, eres tan cruel y letal – dramatizó.
Siento como si lo conociera de toda la vida, todo es tan cómodo, tan natural como respirar.
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Llanto de sirena
FanficLos mares esconden oscuros secretos, lo cuales quizás nunca deberían ser revelados. La furia del mar es implacable... El dolor por una traición es incurable... ¿Y si la traición es un acto de amor? ¿Preferirías condenar tu alma y no la del ser amado...