3. Complicidad

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Kyle Wick terminó de fichar a aquel pedazo de mierda que había pillado la noche anterior vendiéndole speed a un par de crías de no más de dieciocho años. El muy desgraciado había querido fingir que no sabía de qué le hablaban, pero Kyle no había tenido reparos a la hora de recordárselo y su labio partido, y el ojo morado que llevaba podían dar buena cuenta de ello.

Clarke Griffin, su compañera no había intervenido en todo aquello, y aunque reprobaba ese tipo de comportamientos entendía que había cosas que cabreaban directamente a su compañero. Y las drogas barra niñas eran una de ellas. Kyle había perdido a su hermana menor hacía unos años por culpa de un tipo sin escrúpulos como ese y comprendía lo que aquel tema le afectaba personalmente.

El teniente Kane les había echado un buen rapapolvo la última vez que un detenido sufrió un misterioso accidente que acabo en fractura, y sabía que lo que vendría a continuación tras la detención les volvería a meter en problemas. Pero así eran las cosas. Los compañeros estaban para apoyarse, y si una cosa tenía clara es que podría jugársela una y mil veces por Kyle que él haría lo mismo por ella. La lealtad era algo inquebrantable entre ellos.

Se habían hecho íntimos en la academia, y cuando sus carreras fueron ascendiendo paralelamente por obra y gracia del destino terminaron siendo compañeros. Muchos de los otros policías envidiaban aquella lealtad incondicional entre ellos. Aquella amistad. Muchos otros les cuestionaban. Creían que aquella amistad tan solo enmascaraba una atracción no procesada y otros negaban que su amistad no estuviese motivada tan solo por conveniencia. Aunque eso a ellos les daba exactamente lo mismo.

Eran el ying y el yang, tan iguales y tan opuestos que daba miedo lo bien que ambos se habían llegado a conocer. ¿Quién diría que un hombre y una mujer no podrían ser tan solo amigos sin haber ningún tipo de contacto sexual entre ellos?

Curiosamente para ella, Kyle era de los pocos tíos en el cuerpo que no se le había insinuado ni una sola vez. Y no porque fuese gay, no. Kyle se las llevaba a todas de calle, pero con ella siempre había supuesto una cuestión de camaradería y respeto. Mucho respeto. Kyle respetaba profundamente la forma en la que su compañera hacía las cosas, y la admiraba con todas sus virtudes y sus defectos sabiendo que aquello era mutuo entre ellos.

Mientras ella se encargaba del papeleo, oía al tipo maldecir y forcejear mientras Kyle le arrastraba hacia la sala de interrogatorios donde dos de sus compañeros terminarían de interrogarle. Toda una suerte para él que el turno de Kyle se acabase o el tipo estaría pintando de sangre la mesa con su cara durante todo el tiempo que durasen sus preguntas.

Pobre desgraciado.

Por otra parte, era muy posible que tardasen bastante en procesar su ingreso. Clarke había tenido a bien el cometer tantos errores en el informe que era muy posible que Central se los echase para atrás y el tipo tuviese que pasar todo el fin de semana en el calabozo junto a yonkis, matones y traficantes de poca monta como él. Además, la impresora se le había estropeado. No podría escanear su expediente y al parecer las otras dieciséis que había en comisaría también.

Una lástima.

Iba a ser un fin de semana muy largo para él.

En cuanto vio aparecer a Kyle por el pasillo con los nudillos rojos y magullados supo que Don Desgraciado dormiría calentito aquella noche.

—¿Has terminado ya? —le preguntó Kyle cogiendo su chaqueta para irse—. Yo invito a la primera ronda.

Clarke tardó un par de minutos más en teclear justo antes de ponerse en pie y bajar la pantalla de su ordenador.

—Más te vale. Me has hecho perder media vida aquí sentada esperándote.

—Pero si eres una lenta escribiendo —le vaciló Kyle dándole un empujoncito cómplice.

La Fugitiva (Clexa) (#PREMIOSROOKIES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora