32. Un amigo

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John Murphy estaba de pie por fuera de su coche con un pequeño papel en la mano y cara de llevar más horas en la carretera de las que había hecho en mucho tiempo. Había tenido que cruzar toda la ciudad y un par de pequeños pueblos para llegar a la ciudad vecina.

El sentido de la orientación nunca había sido su fuerte pero para suerte de él tenía lo último en GPS instalado en su coche.

La casa que estaba frente a él era pequeña. Más parecida a una enorme cabaña que a una edificación portentosa. De color crema y techos oscuros y lisos acabados en triangulo. Los marcos de las ventanas eran de color blanco y tenía un pequeño porche delantero con un par de sillas y una pequeña mesita. Cinco escalones la separaban del suelo y había pequeñas jardineras pegadas a los cimientos con algunas flores y plantas que parecían vivas pero algo descuidadas y trepaban por los laterales de la casa.

Murphy volvió a mirar el papel rezando por no haberse equivocado de lugar y tras echar un vistazo a la vacía calle plagada de pequeñas casitas como aquella con luces amarillas entendidas se dirigió a la entrada.

En cuanto subió los escalones escuchó unas voces dentro y el sonido de una risa que se colaba al otro lado de la ventana.

Justo cuando levantaba la mano para llamar con los nudillos a la puerta, esta se abrió y una chica vestida con un uniforme azul de hospital y una identificación colgada llevando un bolso entre las manos y una rebeca blanca sonrió hacia dentro mientras su larga y espesa melena rizada se movía al soltar otra carcajada.

—De eso nada, no me convencerás de que vuelva a hacerlo —dijo la chica un tanto divertida mientras le advertía con el dedo a un chico dentro—. Esta noche tú prepararas la cena.

Un chico alto de facciones oscuras se acercó a la puerta tomándola de la cintura para besarla antes de que se fuese.

—Si, si eso ya lo veremos.

La chica río devolviéndole el beso y cuando fue a darse la vuelta para irse, vio como el chico levantaba la mirada por encima de su cabeza viendo a un muchacho de pie en el alfeizar.

Ella retrocedió un paso ya que no lo esperaba y su cuerpo chocó contra el de su novio.

—¿Podemos ayudarte en algo? —le pregunto el chico a Murphy con cierta desconfianza y reserva sujetando protectoramente la cintura de Luna.

Murphy le miró y miro después a la chica reconociendo algunos rasgos en ella. No, desde luego no se había equivocado de casa.

—En realidad si, la buscaba a ella.

La chica sonrió un poco sin entender y volvió la cabeza para mirar a su novio un tanto desconcertada antes de volver a mirar al chico.

—¿A mi? —preguntó confusa llevándose la mano al pecho.

—Eres Luna Woodward, ¿verdad? —preguntó Murphy sin ninguna clase de dudas al respecto.

La chica pareció aún más desconcertada ya que hacía mucho que no utilizaba ese apellido.

—Si, ¿ y tú eres?

Murphy sintió un alivio inmenso al escucharla confirmarlo e hizo un gesto con el hombro.

—Soy un amigo de tu hermana.

La expresión de aquella chica flaqueó, y Lincoln, su novio apenas tuvo tiempo de agarrarla.

Continuara...

La Fugitiva (Clexa) (#PREMIOSROOKIES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora