19. Mucho Tiempo

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Roan decidió que ya había esperado lo suficiente. No había vuelto a saber nada de Lexa desde que salió enfurecida de aquel local de comida rápida al que la había llevado y hacía ya rato que estaba anocheciendo.

No entendía como una pregunta tan sencilla como la que le había hecho había podido desencadenar tanta ira y amenaza en ella. No tenía ningún sentido. No para él, al menos. Lexa había actuado como si en lugar de preguntarle por el sitio en el que había crecido, le hubiese propuesto abrir a alguien en canal sin anestesia.

Su frialdad había pasado a ser más bien pura crueldad y más que nunca su imponente presencia había pasado a ser intimidadora para Roan. Y eso en alguien como él era toda una sorpresa.

Lexa de algún modo había advertido su punto más débil y a la hora de la verdad no había tenido miedo a explotarlo haciéndole sentir pésimamente. A Roan esa clase de perspicacia innata le había impresionado. La manera en la que ella había atado cabos con el fin de llegar a una acertada conclusión con el fin de hacerle el mayor daño posible había sido asombrosa. Ni siquiera entendía como había llegado a hilar tales indicios prácticamente inexistentes para rematar su idea pero el caso era que lo había hecho y él ahora se sentía como una a autentica mierda.

Ella había sabido como, cuando y donde golpearle con más fuerza, tanta que había conseguido dejarle fuera de juego a la primera. Momento en que había aprovechado no solo para desquitarse si no para largarse.

Ahora Roan permanecía de pie solo apoyado sobre la encimera con una botella en la mano y la mirada puesta en el fondo de esta.

¿A quién quería engañar? Lexa tenía razón. Echo su ex, estaba castigándole por haberla engañado y para ello estaba utilizando a su pequeña. Todo aquello era una mierda. Igual que lo era él por haberla provocado de esa manera.

¿Dónde estaría ahora su pequeña? ¿estaría bien? ¿ya habría cenado? ¿seguiría despierta? ¿le echaría de menos?

Roan se llevo la mano a los ojos y se restregó la cara en un intento de dejar de pensar en ello. Debería ir a buscar a Lexa. Podría estar pérdida o... o podría no querer volver a verle en la vida. O quizás hubiese cambiado de idea y lo de la identidad nueva ya no le pareciese tan buena idea. Podría estar de camino a cualquier parte o... o tal vez podría estar herida.

En su mente las ideas se agolpaban una tras otra aletargando todos sus sentidos y al mismo tiempo invitándole a fantasear con lo peor que pudiese estar ocurriendo en esos momentos. Fuese como fuese, necesitaba volver a verla y disculparse con ella por lo ocurrido.

Explicarle que su intención jamás fue dañarla o molestarla. Que solo quería conocerla, y que aunque aquello no era asunto suyo saber del todo o no su origen no cambiaría nada entre ellos. Nunca pretendió ofenderla y la sensación de haberlo hecho ahora mismo le atormentaba.

Una curiosa forma de entenderse con su mente ya que en teoría y al final de todo él había sido quien había salido más damnificado de todo aquello. Simplemente, no podía evitarlo.

Roan dio otro largo trago a la botella y decidió que era tiempo de dejar las lamentaciones a un lado y salir a buscarla.

Dejando la botella sobre la encimera se dirigió a la puerta cogiendo su chaqueta de la silla a su paso, disponiéndose a salir en busca de ella pero nada más abrir, la encontró parada en el rellano y retrocedió un paso al verla.

—Estás aquí. Estaba a punto de ir a buscarte, ¿sabes? —le reprochó él con crispación pero también con algo de alivio al volver a tenerla tan cerca—. ¿Dónde has estado? ¿acaso crees que soy tu puta niñera?

Lexa que permanecía de pie sobre la raída alfombra apenas pudo levantar la cabeza, con el osito aún en sus ensangrentadas manos, temblando completamente por fuera.

La expresión de Roan cambió por completo en el instante en que se percató de lo mal que estaba y de cuanto le evitaba con vergüenza. A saber cuanto tiempo llevaría allí sin atreverse siquiera a llamar.

Roan frunció el ceño con suma preocupación y dio dos pasos hacia ella tomándola por las muñecas para poder ver de donde salía aquella sangre que manchaba sus manos.

—Oh, por Dios, ¿qué te ha pasado? —quiso saber él de inmediato viéndole apretar el osito con fuerza y tratar de ocultar sus manos de él—. ¿Estás herida?

Lexa cerro los ojos y sintió tanto su aprensión como su insistencia. Roan quería respuestas.

—¿Qué es toda está sangre? ¿qué te han hecho?

Ella tembló ligeramente antes de abrir la boca pero ningún sonido fue capaz de emerger de ella. Las lágrimas mantenían nublada su vista y la vergüenza teñía su congestionado y hermoso rostro sumido en la indecente pena.

Roan se la quedo mirando aún sosteniendo sus muñecas viendo laceraciones y pequeños cortes en sus palmas aunque el osito cubriese casi una de ellas por entero.

—Anda, pasa —le pidió él jalando suavemente de ella para hacerla pasar hasta cerrar tras de ella la puerta—. Entra.

Nada más hacerlo, Roan volvió a abrirla y se asomó al rellano mirando hacia la escalera. Tenía tantas preguntas por hacerle.

—¿Te ha seguido alguien? ¿esto te ha pasado aquí? ¿en la escalera?

Se encontraba torpemente nervioso porque primeramente había bebido lo bastante como para no despertar al día siguiente sin dolor de cabeza y segundo porque le preocupaba que alguien se hubiese colado en su edificio para robar dado que no sería la primera vez que un intruso lo hiciese.

Aquel era un mal barrio. Lo peorcito de cada casa estaba alojado en aquella parte de la ciudad así que no sería descabellado pensar en que la hubiesen atacado en las escaleras. Aunque fijándose bien no tenían pinta de ser heridas defensivas ni siquiera causadas por una caída sobre la escalera. Y ese osito que llevaba en la mano... dudaba mucho que fuese de ella.

Una idea paso por su mente. Rápida, tenaz, desalmada. Una idea casi imposible de concebir para él pero que pensándolo bien podía ser muy factible para ella.

—¿Le has hecho daño a alguien? ¿a un niño? —preguntó Roan extremadamente alarmado y acongojado—. ¿A una pequeña?

Lexa que escuchó aquello dejo caer el ensangrentado osito y se llevo las manos a la cara cubriéndosela antes de romper a llorar con fuerza. Aquello hizo que Roan se quedase completamente helado. Jamás creyó poder verla de aquella manera, y su corazón se heló y se afligió de igual manera.

Roan abrió la boca pero ningún sonido salió de ella. Ni uno solo. Su mente trabajaba tan deprisa que todos sus sentidos parecían abrumarse por momentos. Cuando una mala idea llegaba a él, otra aún más atroz la sustituía. Y luego otra. Y otra más.

—Lexa...

Ella tan solo acortó la distancia entre ellos y se arrojó a sus brazos rodeándole con los suyos con tanta melancolía y tristeza que Roan se vio sorprendido por tanta desolación y tristeza. El sollozo que había estado contenido en el pecho de ella brotó y lastimosas lágrimas le siguieron.

Roan por un instante no se movió sintiendo toda aquella clase de emociones brotando de ella, y tras unos brevísimos segundos la rodeó con sus brazos lentamente abrazándola estrechamente poco a poco y con más firmeza. Dejándola emerger, dejándola brotar.

—Ya está... tranquila... —susurró él apoyando la barbilla sobre su cabeza sintiendo todo aquel dolor suyo casi como propio, abrazándola aún más fuerte al sentirla sollozar contra su hombro de aquella desgarradora manera—. Ya está...

Lexa sollozaba con un sonido que Roan nunca antes había oído en nadie. Aquel dolor era real. Algo profundo, intimo y desoladoramente real.

—Llevabas mucho tiempo necesitando hacer esto, ¿eh? —susurró Roan en su pelo mientras la veía flaquear y la sostenía con fuerza para que no cayese—. Tranquila... te tengo...

Continuara...

La Fugitiva (Clexa) (#PREMIOSROOKIES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora