82. Regalos Envenenados

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La intención de Octavia Blake durante aquella noche había sido la de andar y andar para despejarse saturada como se encontraba aunque mucho más serena que la noche anterior. Ahora que había sentido la fría brisa de la noche todas esas cosas le habían parecido nimiedades en comparación con lo que Raven Reyes o Lexa Woodward habían vivido a manos de sus carceleros y verdugos. Y aunque aún no podía deshacerse de aquella sensación de culpa y de responsabilidad por los actos de Clarke Griffin llevados a cabo contra Charles Pike, lo estaba intentando de veras.

No sabía si se sentía así por todo cuanto había visto durante aquellos días o si se debía a la incomprensión de la idea de que un ser humano sería capaz de dañar a otro de la manera en que lo habían hecho con ellas pero estaba segura de que tenía mucho que ver con aquella reflexión.

En su trabajo y a diario solía ver cosas fuertes. Situaciones duras que algunas veces la afectaban más allá de una noche o dos pero tenía la percepción de que nunca volvería a enfrentarse a algo como aquello y que la idea de encontrar un patrón similar sería de una entre un millón.

Por suerte para los afectados.

Había terminado yendo al Wonkru de nuevo y se había sentado en la mesa más apartada de todas. No queriendo que nadie se acercase o llamar de modo alguno la atención.

Octavia tan solo deseaba que la dejasen en paz. Una noche. No pedía mucho más.

Mientras se llevaba la copa a los labios, sus dedos se movieron por encima de su móvil en la mesa para comenzar a revisar todos aquellos mensajes suyos sin leer.

Al principio de escribirle, Monty se había mostrado curioso, discreto. A medida que los mensajes habían ido a más, había pasado de preocupado a indignado y después a notablemente molesto.

Había dejado sola a una presa bajo su custodia y Monty no entendía donde estaba o qué podría estar pasando por su cabeza para hacer una cosa como esa. Luego había puesto fin a los mensajes a la espera de una contestación que nunca llegó.

Octavia volvió a inclinar ligeramente la botella de tequila sobre su copa y se preparo mentalmente para comenzar a abrir los mensajes del teniente Kane, su superior. Estos eran muchos menos y mucho mas directos y escuetos que los de Monty Green, su compañero.

"Monty me ha contado lo que ha pasado. Estás fuera del caso. Mañana te quiero en mi despacho a primera hora, y espero que te presentes. No como hoy", le había puesto en el primero de los mensajes.

Estaba muy jodida.

Real y tremendamente jodida en todo aquel asunto. Había actuado por impulso. De manera irracional y efusiva pasando por alto las consecuencias de sus posibles acciones y las repercusiones que estas podrían tener para ella. Había actuado casi por instinto y su instinto una vez más le había fallado ante la posibilidad de un auto control real para con esos cerdos déspotas.

Esperaba que el rechazo y el repudio de sus familias les hubiese hecho tan solo una muesca del daño que ellos habían ocasionado a cualquier presa bajo la custodia de Fortress Kirk Bay y esperaba que las cosas solo empeorasen más y más para ellos.

En esos instantes le daba exactamente igual lo que el teniente Kane o cualquiera le dijeran. Ella no iba a apartarse de ningún caso y tampoco iba a permitir que esos cretinos se fuesen de rosita por muy funcionarios que fueran.

No.

De ningún modo.

Ni de coña.

Llevándose la copa a los labios bebió otro largo sorbo y dejo que el tequila seco le quemase un poco la garganta antes de abrir el siguiente mensaje de Kane algo más tarde.

La Fugitiva (Clexa) (#PREMIOSROOKIES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora