❝Capítulo 5❞

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Dicen que la suerte es un azar, pero ésta pareciera tener a sus favoritos.

Claramente Obito Uchiha no era uno de ellos.

Su vida se resumía en ir de desgracia en desgracia, de vergüenza en vergüenza, de problema en problema. Y para qué seguir, está más que obviado el hecho de que ser afortunado no estaba entre sus cualidades más destacables.

Y esa situación vaya que denotaba su falta de suerte.

—¡Tú, hm!

—¿Se conocen? —Preguntó Zetsu, algo confundido. Toda esa cena era con el motivo de conocerse y convivir en paz. Pero pareciera que el rubio y su amigo ya se habían visto con anterioridad, y que no tenían buena relación, además.

—Podría decirse que sí —Confirmó el Uchiha metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta, viéndose completamente desinteresado sobre el asunto. Aunque en realidad quería encerrarse en su habitación deseando no tener que enfrentar al rubio.

—Cierto, eres el que nos encontramos en los pasillos hace unos días —Reafirmó el pelirrojo, totalmente ajeno al verdadero problema que tenía su amigo con el azabache—. Entonces, Obito ¿No?

El peli-negro asintió.

—Un gusto, me llamo Sasori —Se presentó extendiendo su mano, siendo recibido por el Uchiha—. Y él, bueno, es Deidara, mi amigo; el cual debería de estarse comportando adecuadamente, ¿No, Dei?

El rubio miraba de manera fulminante al azabache, tenía la clara intención de soltarle miles de maldiciones pero el tener enfrente a su compañero le impedía soltar alguna.

Oh, si las miradas mataran Obito ya estaría dentro de un lindo ataúd.

—Sí —Respondió secamente el chico cruzado de brazos.

—Ah, y yo soy Kakashi —Se presentó el peli-plata de repente ganándose varias miradas extrañadas como consecuencia del acto.

Obito rió en sus adentros; traer a su pervertido amigo quizás había sido de verdad una muy buena idea, la cual le salvaría el trasero en esa situación.

—Creo que deberíamos ayudar —Dijo Obito—, pero primero dejaremos las cosas en la habitación, ya volvemos —Terminó para tomar de la manga de su sudadera al otro y arrastrarlo por el condominio hasta el cuarto, donde ambos dejaron sus bolsos y se despojaron de su chaqueta -en el caso de el azabache- y su suéter -por parte de Kakashi-.

Éste último decidió salir antes porque ya olía el delicioso ramen casero que habían preparado, pero Obito lo agarró del cuello de su camiseta y lo echó hacia atrás.

—Hey, hey. Espera —Ordenó, viendo como el Hatake fruncía el ceño como descontento, si había comida de por medio no dudaría ni un ápice de segundo en ir tras ella.

—¿Qué? ¿Acaso el sentido del olfato te falla? Debemos ir a comer.

—Lo sé, pero ¿Podrías dejar de pensar con tu estómago ahora? ¿Acaso no lo notaste?

—¿La tensión sexual entre tú y el enano? Claro que sí.

—¿Tensión? Sí, ¿Sexual? Ni remotamente cerca. Es más como unas ganas de partirme en dos, y no en el buen sentido.

—¿Qué le hiciste?

—¿Por qué siempre asumes que yo soy el que provoca los pleitos, eh?

—Sí tú estás involucrado en algo rara vez no es problemático.

—Es un buen punto, pero, yo no lo provoqué esta vez.

—¿Me lo juras?

—Lo juro. Esa rubia dramática fue la causante de todo.

Psicología para Fracasados ϟ 𝐎𝐛𝐢𝐃𝐞𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora