❝Capítulo 8❞

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Veía las luces borrosas pasar, las cuales indicaban que se acercaban cada vez más al centro. Miró a su derecha, y ahí estaba el peli-negro, leyendo el periódico de hace unos momentos.

Para muchos, esa situación sería extraña, pero para Deidara, era ciertamente entretenido. Tampoco era la primera vez que salía con un extraño, aunque Obito no lo era del todo si nos poníamos específicos; pero no hay que entrar en detalles.

Pegó las rodillas a su pecho, y rodeó sus piernas con sus brazos. Sintió su celular vibrar en el bolsillo de su pantalón, y le sacó, viendo que sólo eran mensajes de Sasori.

Mi Eterno amargado <3

Deidara, no te voy a preguntar dónde estás. Ni tampoco si estás bien, sé qué lo estás. Ni tampoco preguntaré porqué hiciste eso. Sólo te diré que no vuelvas pronto, Kurotsuchi te matará si te ve.

Cómo sea, no te guardaré cena. Come fuera.

El rubio rodó los ojos, sabía que Sasori no fallaría a la hora de fastidiarlo. Porque además de ser un artista amante de lo eterno, también era fanático de verlo sufrir.

—Te escribió tu amigo, ¿Verdad? —Preguntó Obito.

—Sí, ¿A ti no, hm?

—Pues... sí, está muy dramático, escucha, ya se volvió loco —Comentó el azabache reproduciendo la nota de voz.

¡Carajo, Obito! ¡Un rato estás bien y de repente te pica el trasero! ¡¿Qué rayos estás haciendo con Deidara?! ¡Se suponía que luego iríamos a comer! ¡Eres un...

—Y no quieres oír el resto.

Vaya, no pensé que Zetsu fuera tan volátil.

—No lo es particularmente, pero odia que sus planes se vean perjudicados. Además, le he estado gastando muchas bromas esta semana, creo que ya lo saqué de quicio.

—¿Crees? Chico, él está por enloquecer. ¿Qué le dirás, hm?

—Le mandé un pulgar arriba, no quiero confrontación. Ya tendrá tiempo de reclamarme después.

—Vas a terminar durmiendo en el sofá.

—No me arrepentiré de nada si hacemos que esta noche valga la pena, así que, apenas bajemos del tren, haremos algo interesante.

—Ese es un buen plan, hm.

—Me alegra que te guste la idea, conocido amistoso —Comentó el peli-negro.

El tren se detuvo, y todos bajaron, incluidos los prófugos, quienes corrieron a donde sea tomados de las manos. Las calles estaban muy transitadas, brillantes y vivas. Las luces centelleantes se encontraban bien dispersas. A diferencia del sitio donde se encontraban las universidades y academias, el centro de la ciudad era más concurrido y lleno de personas. Habían muchas tiendas y abastos, restaurantes y hoteles. Demasiada vida y múltiples establecimientos llenos hasta el tope.

—¿Qué haremos, hm? —Preguntó Deidara.

—¿No se te ocurre nada?

—Tengo algo en mente, pero eso tendrá que esperar. ¿Tú tienes alguna idea, hm?

—Ahm... —Obito se detuvo, pensativo—. Vamos a disfrazarnos.

—¿Para qué?

—Si vamos a divertirnos, debemos hacerlo apropiadamente, y no queremos que sepan quiénes somos.

Psicología para Fracasados ϟ 𝐎𝐛𝐢𝐃𝐞𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora