❝Capítulo 1❞

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La punta del cigarrillo se posó sobre sus labios mientras sus ojos se paseaban por lo alrededores. Dió una calada e inundó sus pulmones con el humo que desprendía el pequeño objeto, un poco de nicotina no le vendría mal, se dijo, tratando de convencerse de que lo que estaba haciendo era sano, correcto, de que Ella no le habría dicho nada al verlo haciendo eso; pero obviamente estaba muy alejado de la realidad que él no quería aceptar, de esa que tanto daño le había hecho, de esa que no podía cambiar, de esa de la cual no podría escapar.

Ella le habría dicho que se deshiciera de esa cosa, que la lanzara muy lejos de sí mismo, que no era bueno, que era perjudicial. Pero creía que si seguía hasta que el cigarro se consumiera con su propia llama sabría cómo proceder con su vida, se repetía lo mismo siempre, creyendo que algún día se haría realidad; pero no era más que una mentira, una que seguía cimentando hasta el punto de no poder recordar que era una.

Aunque... ¿Cuántas veces se la había dicho? ¿Cuántas veces lo había hecho y al final todo seguía igual? Exacto, muchas veces. Ya no podía contar todas usando sus dedos, ya no podía seguir mintiéndose, ya no podía seguir sumergido en la miseria. Debía salir del abismo oscuro en dónde estaba, pero no sabía cómo... y tampoco quería hacerlo.

Pensaba que si dejaba que el fuego llegara hasta sus dedos sentiría algo, lo que sea. Pero como siempre, no era capaz de hacerlo. Así que lanzó el cigarro al suelo y pisó la colilla para disipar el calor que emanaba, de la misma manera en que su propia luz se había apagado.

Suspiró, y el vaho de su respiración se hizo presente en el ambiente frío; se calculaba, por lo menos, que estaba a unos cuantos grados bajo cero. Así que guardó sus manos en los bolsillos de su chaqueta y girando sobre su propio eje volvió a donde estaba estacionada su motocicleta, encontrándola en frente de la mini tienda veinticuatro horas en donde la había dejado. Se subió a ella, y después de encenderla, emprendió el viaje de regreso a su residencia en la universidad.

Repasando todo lo que había hecho en el día, se dió cuenta de que en realidad no había hecho la gran cosa, sólo asistir a unas cuantas clases y después simplemente vagar por la ciudad sin rumbo alguno. Cierto, también había ido a ver una película, pero no le había gustado así que era mejor olvidarlo.

En poco tiempo llegó a los condominios de las instalaciones universitarias, y haciendo silencio se escabulló entre los pasillos hasta llegar al suyo, por lo que tratando de abrir lenta y cuidadosamente la puerta, se encontró a su compañero de cuarto, Zetsu, esperándolo con una ceja enarcada sentando en el sofá.

Imagínense a sus madres esperándolos al llegar tarde de una fiesta a la cual no tenían autorización para ir, bueno, así.

—¿Es necesario que pregunte dónde estabas? —Soltó el peli-verde—. ¿O simplemente me ignorarás magistralmente como siempre?

—Estaba vagando —Admitió.

Zetsu rodó los ojos—. Debí suponerlo. En fin, tu cena está en el mesón, come y báñate; hueles a cigarrillos —Ordenó levantándose y yendo a su habitación, pero justo cuando estaba por entrar, se detuvo en el umbral de la puerta, poniendo su mano en el marco de la misma y ejerciendo cierta presión mientras suspiraba—. Y... buenas noches, Obito —Se despidió ocultándose en su cuarto.

El Uchiha se mordió el labio inferior con remordimiento, ¿En esa mierda de monotonía se había convertido su vida? ¿En solamente ir a clases y después desaparecer en las calles para fumar y hacer exasperar a su amigo? Qué carajo.

Se sirvió algo de refresco y tomando el plato, se encerró en su habitación deseando no tener qué salir nunca más.

Obviamente no sucedería.

Psicología para Fracasados ϟ 𝐎𝐛𝐢𝐃𝐞𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora