Tomorrow

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HanBin no había conseguido concentrarse ninguna hora después del suceso de la mañana. Sin embargo, había conseguido ordenar mínimamente sus pensamientos. Todas sus ideas llegaban a una misma pregunta ¿Quién era? Sung deseaba conocer su nombre, poder pronunciarlo con sus propios labios. Se había convertido en una necesidad, generaba el mismo deseo, la misma angustia que cuando se desea algo inalcanzable. Revolvió su pelo renegado por su propia cabezonería. Matthew llegó en ese mismo momento a la cafetería, se sentó enfrente suya, poniendo un cartón de leche sobre la mesa.

-Come. -Pronunció el menor- No te vas a saltar la comida.

-HanBin le miró, conocía demasiado bien a Matthew, por lo que sabía más que de sobra cómo acabaría esa batalla. Clavó la pajita en la leche y comenzó a beber.
-Estás callado que ocurre. -Pregunto serio el Canadiense. Esa seriedad le daba un aura cómica, no es que Seok no fuera serio, podía serlo sin problema, pero para HanBin la seriedad en el rubio acentuaba su imagen tierna de la que tanto buscaba desprenderse el propietario. Sung río.

-Nada, supongo que el nuevo semestre depara nuevas cosas. -Bromeó intentando ocultar su agitación infantil.

-Nuevas cosas... Supongo que es lo que tiene ¿no? -Matthew río por su propia idea- Yo como cada año tengo compañero nuevo de cuarto, tú como cada año tienes aniversarios nuevos. Si lo piensas bien, acaso podemos llamar nuevo a algo que se repite siempre.

-Tienes razón Matthie. -Bin río, Seok calmaba la cabeza de HanBin, en su monotonía Matthew era el único capaz de dar la vuelta su mundo, pero quizás ahora, no fuera capáz de calmar su sed de curiosidad.- Tengo que irme, mi madre me necesita en la cafetería.

-¿Aún sigues trabajando allí? Hyung el año pasado ya se te hizo difícil ¿Crees que este año también podrás seguir? -HanBin revolvió el pelo de Matthew y bromeó

- Hyung puede con todo.

-Cuando salió de la cafetería Sung suspiró, el año pasado había tenido dificultad para compensar la vida universitaria y el trabajo, sin embargo no era una opción dejarlo, su madre necesitaba ayuda y la situación económica no permitía contratar a nadie más.

HanBin había sido siempre un buen hijo, de esos de los que se puede presumir y del que las vecinas hablan siempre con cariño, sin embargo, con el tiempo se empezó a sentir una carga para él.

La cafetería quedaba al menos cerca de la universidad, cuando el pelinegro llegó saludó con cariño a su madre y subió a cambiarse. Cuando bajó se puso con destreza a tomar comandas, preparar cafés y reponer dulces. Hora tras hora la tarde se pasó rápidamente, estaba cansado, se sentó por fin después de varias horas de trabajo. Miró la cafetería, aún se encontraba llena aunque estaban todos atendidos, miró con curiosidad las caras de los clientes, no era algo raro en él, lo menos que podía era recordar las caras de aquellos que venían con frecuencia, pero ese día había algo más en su búsqueda.

Una cara dulce y asustada, sin embargo no la encontró. Suspiró pesadamente, se preguntaba porqué ese chico estaba dando tanto que pensar, de cierta forma le molestaba. Le desconcertaba el primer sentimiento, la primera mirada, recorriéndole como electricidad, no lo había sentido nunca. Ensimismado en sus pensamientos solo una voz muy conocida le despertó.

-Binnie! -Era Haneul, la preciosa chica con la que llevaba saliendo desde que ambos tenían 16 años. Era guapa, lista y divertida, la chica soñada por todos los chicos de la escuela, pero ella se enamoró de él y con el tiempo HanBin también de ella.

-Bienvenida -Dijo su novio sonriendo-


-¿Cómo ha sido la vuelta a clase? -Haneul se apoyó en la barra interesada por la vida del chico del que estaba enamorada. Sung dudó en contarle el suceso de la mañana, no entendía el porqué pero sentía que contárselo de alguna manera estaría mal. Se limitó a responder con un simple: normal.

-Supongo que lo de siempre. La misma gente de todos los años, la misma mala comida de siempre. -Haneul río ante la falta de emoción de su novio.-


-Al menos vengo a animarte el día -La chica se alzó un poco hasta que sus labios rozaron con los de HanBin.- Siento que no sea por mucho tiempo, debo de irme. Prometo venir mañana también.


-No te preocupes, sé que estás ocupada, yo también debería ir a recoger unas mesas.


-Te dejo entonces -sonrío dulcemente y volvió a robarle otro beso. HanBin volvió a resoplar cuando se fue. Hacía tiempo que ya no era lo mismo entre ellos, no la quería dejar pero sabía que algo no terminaba de funcionar. Pensar en ello le mortificaba, sintiéndose mal por no poder darle lo mismo a aquella chica que lo amaba tanto.

Alejó estos pensamientos de su cabeza y volvió al trabajo. Cuando su jornada acabó, apagó las luces del local y cerró. Se apoyó en la pared exterior y miró a su alrededor, en sus manos jugaba con una cajetilla de tabaco que dudaba si encender. No fumaba con regularidad, solo cuando no podía más, sabía que no debía hacerlo, pero desde está mañana estaba más nervioso que de costumbre y la pesadumbre de la ansiedad se colocaba sobre su pecho, dificultándole respirar con normalidad.

Terminó por encenderlo prometiéndose a sí mismo que solo sería uno. Se metió el cigarro en la boca y dio una calada, el sabor áspero del humo pasó por su nariz.
-¿Qué narices hago?.. -Chistó risueño- ¿Qué me pasa? -Jugó con el cigarrillo entre sus dedos, pensó en mañana, pensó en que quizás volvería a verlo, en que a lo mejor se convertiría en una rutina volver a escuchar ese violín y no le molestó. Se sorprendió ciertamente de que no le molestara, de que escuchar o quizás ver al chico misterioso no le disgustara, es más, tenía la infantil esperanza de que al menos volviera a pasar. Apagó el cigarrillo contra la pared y ajustó su mochila, acto seguido salió corriendo. Deseaba llegar a casa ¿Acaso esperaba que empezara mañana?

Broken Melodies - HaoBinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora