» Él era todo él, hasta los huesos. Todo Baratheon, nada Lannister. «
Desde las ventanas de la cámara de parto, los llantos de un primogénito se filtran, los rayos centelleantes de una tormenta furiosa brillan sobre él, como si la propia tempestad q...
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01. | El lobo, el ciervo y el león. ━━━━━━━━━━━━━ [ season one. ] ㅤㅤ ㅤㅤ ㅤㅤ
El rostro de Raiden estaba contraído por el frío matino que anunciaba el final del verano. Lo quemaba más que cualquier calor, incluso el calor insoportable del Sur, pero él sentía el frío vigorizante. Con la aurora asomando en el horizonte, se habían puesto en marcha para presenciar la decapitación de un hombre. Eran veinte en total, y Raiden cabalgaba entre ellos, extrañamente emocionado. A sus catorce años, jamás había sido testigo de algo así. Pero no era el único: Bran, adelante, tiraba nerviosamente de las riendas de su pequeño poni, luciendo más inquieto que él. Después de todo, a diferencia de Raiden, el niño apenas tenía siete años.
Cuando llegaron a un pequeño fortín de las colinas, una brisa le hizo respirar hondo. En lo alto, ondeaba el estandarte característico de los Stark. Los ojos de Raiden buscaron al hombre. Según Robb, quizá se trataba de un salvaje al servicio de Mance Rayder, el Rey más allá del Muro, lo que encendía inevitablemente su curiosidad. Nunca había visto a un salvaje en su vida. Sin embargo, Bran y Rickon le habían contado historias sobre ellos, narradas antes por su Vieja Tata.
Los salvajes eran crueles, Bran le dijo una vez, esclavistas, asesinos y ladrones. Se apareaban con gigantes y con espíritus malignos, se llevaban a los niños de las cunas en mitad de la noche y bebían sangre en cuernos pulidos. Era fascinante y aterrador.
Pero el hombre que vieron atado de pies y manos al muro del fortín, esperando su inevitable destino, no era más que un muchacho jóven. Huesudo, de pelo rubio sucio y vestía todo de negro, como un hermano de la Guardia de la Noche, aunque las pieles que llevaba estaban sucias y hechas jirones.
Raiden desmontó su caballo, y le ayudó a Bran con su poni cuando Lord Stark comandó que arrastraran al hombre ante él. Robb y Jon, unos pasos atrás, permanecieron quietos, de pie y con el rostro más serio que nunca.
Eddard Stark se erguía solemne, con el pelo castaño parcialmente recogido agitado por el viento. No se parecía en nada al hombre que le había recibido tan cálidamente en su hogar hace tan sólo un año, el hombre que no necesitaba mantener su título y le llamaba por su nombre como si fuera tan sólo otro más de sus hijos. Ahora, él era el Guardián del Norte en su expresión absoluta. Cuando dió la orden, dos de los guardias arrastraron al muchacho harapiento hasta un tocón de carpe situado en el centro de la plaza.
Raiden, entonces, le escuchó hablar por primera vez. Quizá sus últimas palabras.
—Sé que rompí mi juramento. Y sé que soy un desertor. —su voz sonaba rasposa y débil. Justo como su apariencia.— Debí haber regresado al Muro y advertirles, pero... Ví lo que ví. Ví a los caminantes blancos.